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Bandas negras y regulaciones: un baño de gore y violencia

Por Cristian Ariel Mangini

(@Masterzio84)

La violencia salvaje de «Chiller» continúa siendo controversial al día de hoy.

Planteamos en nuestra última crónica sobre la censura en videojuegos cómo el potencial de un nuevo hardware a comienzos de los ochentas ofrecía nuevas posibilidades gráficas. Esto es vital, porque las representaciones dejan cada vez menos lugar a la imaginación y, a pesar de las limitaciones de los sistemas de 4 y 8 bits, los juegos bordeaban en algunos casos los mismos límites que tenían en la pantalla el cine y el cómic o manga en sus páginas. Aquí veremos algunos casos representativos de comienzos y mediados de los ochentas, antes de encarar la etapa más polémica, que llevó a la creación del ESRB (Entertainment Software Rating Board).

¿Se acuerdan de Exidy? ¿La compañía que generó revuelo con el Death Race, un juego donde competíamos con otro jugador para aplastar a la mayor cantidad de “duendes” posibles y generó un precedente en la historia de controversias en el videojuego? Bueno, quizá en una búsqueda de superarse o simplemente provocar a la mayor cantidad de gente posible, luego de una pequeña racha de éxitos moderados como Circus (1977) o Venture (1981), en 1986 deciden lanzar el juego Chiller, un título que habría resultado ofensivo en cualquier momento. La razón es sencilla y puede apreciarse apenas iniciamos el primer nivel: utilizando una pistola de luz nos ponemos en el lugar de un torturador, asesinando a víctimas que están sujetas a distintos instrumentos de tortura medievales. El objetivo es disparar a estos instrumentos para buscar la forma más ingeniosa de matar, ganando en el proceso una mayor cantidad de puntos si comprendemos cómo activar los mecanismos. Tras el segundo nivel las figuras humanas cambian a monstruos como zombies o momias, pero pocos han llegado a este nivel. A diferencia de Death Race el imaginario es claro y no se precisa del arte de una cabina para comprender que estamos sometiendo figuras humanas y, también a diferencia de Death Race, no hubo un éxito colateral; en Estados Unidos fue un fracaso porque los dueños de las salas arcade se rehusaron a comprarlo, temerosos del contenido. El juego es una rareza y experimentarlo continúa siendo una experiencia controversial, con una adaptación muy posterior a la NES que intentó dar una motivación a nuestras acciones.

Por otro lado, y con menos polémica de por medio, la compañía Wizard adaptó juegos de distintos films de terror de la época con un éxito desigual. Al igual que Death Race, se buscaba atrapar a los jugadores en los primeros minutos con una leve referencia al film en cuestión. El primero de ellos fue The Texas Chainsaw Massacre (1983) para Atari 2600, basado en el film de terror dirigido por Tobe Hooper. Su propuesta es un poco extraña porque nos ponía en el lugar del legendario Leatherface, persiguiendo a nuestras víctimas. El juego es precario y está lejos de impresionar desde su aspecto gráfico, las víctimas recuerdan por algún elemento particular a las de la película pero es difícil de advertir y la jugabilidad era terrible. Ese mismo año Wizard publicó Halloween, basándose en el legendario título de John  Carpenter. La propuesta es más tradicional porque aquí sí tomamos el lugar de la heroína, intentado proteger a los niños que habitan la casa del amenazante Michael Myers. También era un juego más violento que no ocultaba el destino sangriento del jugador si perdía. Si bien en esta etapa temprana de los videojuegos no había organismos de censura o regulación, si el título no encontraba canales de distribución era un fracaso asegurado: eso fue lo que sucedió con los juegos de Wizard, que desapareció no mucho después a raíz del contenido violento de sus títulos.

A pesar de sus limitaciones graficas, «Go to hell» lograba impresionar con muy poco.

Entre los títulos perturbadoramente violentos de esta primera etapa de los videojuegos no podemos dejar de mencionar al extraño Go to Hell -algo así como “Ve al infierno” en español-, publicado para ZX Spectrum en 1985. Lo particular de este juego es que parece un simple juego de exploración y aventuras hasta que el diseño de los laberintos logra impactar por tener imágenes de cuerpos decapitados, elementos de tortura, demonios que acosan a presuntas víctimas en piscinas de sangre, etcétera. A pesar de las limitaciones gráficas, el juego logra impresionar por su imaginario satánico. El realizador del juego, John George Jones, continuó con sus temáticas de horror con juegos tan o más perturbadores que este.

Como se ve, a pesar de no contar con gráficas detalladas o sonidos realistas, esta primera etapa se las ingenió para perturbar generando revuelo con su arte, a pesar de que como juegos a menudo fracasaban porque, esencialmente, no eran divertidos.

Fuentes:

  • The evolution of 80s videogame gore and mayhem, de Ryan Lambie. Den of Geek.

The story of Chiller, one very messed up videogame, de Luke Winkie. Kotaku.


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