Por Patricio Beltrami
Sin dudas, Batman es el número uno en la consideración de los argentinos entre los superhéroes. En ese sentido, la serie homónima de mediados de 1960, protagonizada por Adam West, ha representado un hito para millones de espectadores del país a lo largo de, por lo menos, tres décadas. A raíz de ello, desde los noventa a esta parte se han realizado varias adaptaciones nacionales del personaje, mayormente en clave de comedia, como el Juan Carlos Batman (y esa gloriosa convención de batmanes del Mercosur) de Alfredo Casero en Cha Cha Chá o los cortos de Batman y Robin (interpretados por Claudio Morgado y Esteban Prol, respectivamente) en el extinto canal Cablín. En ambos casos, se recreaba la estética de la ficción de los sesenta. Incluso, en este rincón del mundo un hombre vestido del héroe se hizo famoso por atestiguar un siniestro vial y, como si fuera poco, un compatriota vestido del justiciero sobrevive sacándose fotos con turistas en Nueva York.
No obstante, hay que remontarse hasta 1993 para hallar una producción argentina que, más que un cortometraje, es una carta de amor al superhéroe y a sus fanáticos. Dirigido y escrito por Fernando Díaz, Rubén, el murciélago aborda dos días en la vida de un fisicoculturista desempleado (Claudio Santos) que se autopercibe Batman. Rubén es un hombre parco e inexpresivo, al punto de no expresar palabras durante los trece minutos de extensión de la historia. Residente en algún punto del conurbano bonaerense, se niega a buscar trabajo ante la insistencia de su esposa (María Laura Cali), visiblemente agobiada por las penurias económicas que comenzaban a manifestarse en la época. En tanto, Rubén solo tiene una preocupación: prepararse adecuadamente para el concurso de fisicoculturismo bajo la tutela de su entrenador (Oscar Stecconi).
Sin embargo, existe un elemento clave que rompe el verosímil del relato: cuando se mira al espejo, Rubén se ve con el traje de Batman. Evidentemente, Rubén encuentra al superhéroe como ese hombre fuerte y temerario que desea ser frente a una realidad en la que solo acumula problemas y frustraciones. A lo largo de casi todo el corto, solo se observa con el traje puesto durante su preparación física y en el concurso de fisicoculturismo. Particularmente, el protagonista calza el mismo vestuario que el Batman de Adam West, versión que se ajusta cronológicamente al imaginario de quienes fueron niños y adolescentes entre 1970 y 1990. Y para ratificar su fanatismo, lee historias clásicas de su héroe por la mañana mientras desayuna claras de huevo y pollo.
Pero el mundo que habita que Rubén nunca deja colisionar con la realidad. Frente a la negativa de conseguir trabajo y los problemas económicos domésticos, su esposa le sugiere vender los cómics, ya que podrían sacar un buen dinero por la antigüedad de las ediciones. Bajo la misma lógica en la que se enmarca su autopercepción como el defensor de Ciudad Gótica, el fisicoculturista también ve a sus rivales de competencia como versiones de superhéroes: Superman, Capitán América, Hulk y un Batman con el traje de la saga cinematográfica de Michael Keaton. En ese sentido, resulta coherente que la nueva versión de su superhéroe favorito termine venciéndolo. Afligido por la derrota, su esposa le cuenta que está embarazada y, por primera vez, la identifica con un disfraz de Batichica. Finalmente, la mujer ha conseguido un lugar legítimo dentro de la concepción del mundo. Rubén ha formado una Bati-familia.
Otro aspecto llamativo del cortometraje es que la música que acompaña los títulos y créditos es una reversión de la canción de la serie y la película de los sesenta interpretada en clave de cumbia. Una vez más, la influencia y el legado cultural de la serie de Adam West se hacen evidentes en esta adaptación. Con escasos recursos económicos, actuaciones discretas y una resolución algo conservadora, Rubén, el murciélago homenajea a Batman en sus dos dimensiones: el temerario justiciero lanzado a cumplir su misión en un mundo adverso y el hombre vulnerable tras la máscara que encuentra refugio incondicional en sus seres queridos. Asimismo, la construcción del universo de Ciudad Gótica (cómics clásicos; trajes y representes del vigilante; reversión de la emblemática canción de los sesenta) comprenden un guiño a los fanáticos, aquellos que han respaldado el crecimiento y la evolución del personaje y su mitología en la cultura popular. Y en ese orden, Batman es la principal referencia en rincón del mundo.
Rubén, el murciélago está disponible en CineAr Play.
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