Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Amy Poehler
Guión: Tamara Chestna, Dylan Meyer, sobre la novela de Jennifer Mathieu
Intérpretes: Hadley Robinson, Lauren Tsai, Patrick Schwarzenegger, Nico Hiraga, Sydney Park, Josephine Langford, Clark Gregg, J.J. Totah, Sabrina Haskett, Ike Barinholtz, Amy Poehler
Fotografía: Tom Magill
Montaje: Julie Monroe
Música: Mac McCaughan
Duración: 111 minutos
Año: 2021
Plataforma: Netflix
3 puntos
LOS JÓVENES DE HOY EN DÍA
Por Mex Faliero
Hace casi dos décadas se estrenaba Chicas pesadas, una gran película que reflexionaba con muchísimo humor sobre los estereotipos que trabajaban las comedias de colegios secundarios, a la vez que cuestionaba fuertemente el universo machista que sustentaba esos estereotipos (entre otros estereotipos) que el cine reproducía. Si bien Moxie tiene algunos elementos similares, son películas que van por caminos diferentes y que, claro, se inscriben en tiempos diferentes. Hoy el discurso feminista está mucho más presente en la primera línea de Hollywood y hay mayores exigencias a lo que las películas deben promover desde ese lugar. Sin embargo, la relación entre ambas películas surge inmediatamente cuando pensamos en Amy Poehler, directora de Moxie y socia creativa y amiga de Tina Fey, que era la guionista de Chicas pesadas. Las comparaciones son odiosas, pero sirven para ver cómo la influencia del discurso se ha hecho más pesada con el paso del tiempo y termina atentando contra los resultados de una película.
En Moxie, Poehler cuenta la historia de Vivian (Hadley Robinson), una joven que concurre a uno de esos colegios en los que para fin de año los pibes hacen listas de “la más cogible del instituto”, entre otras delicadezas del macho típico, y que termina siendo estimulada por la presencia de una nueva compañera con actitud y el descubrimiento del pasado revulsivo de su madre. La chica termina editando de manera anónima un fanzine feminista y lo distribuye por los baños del colegio, ante el horror de las autoridades y el progresivo interés de sus compañeras. Lo que exhibe Moxie es un universo machista, que se replica en actitudes y discursos, y donde las chicas operan a favor de un cambio radical que apunte a una mayor inclusión y diversidad. Las buenas intenciones y la corrección discursiva de la película son evidentes, así también como el progresivo subrayado y la construcción de personajes excesivamente sobrescritos para que de un lado siempre tengan razón y las respuestas precisas y del otro luzcan como imbéciles totales (el personaje de Marcia Gay Harden es imposible e insustancial). Que posiblemente lo sean en la realidad, pero la película lo hace con un nivel de linealidad un poco abrumadora. Todo es absolutamente mecánico y previsible, incluso artificial, y los personajes terminan siendo estereotipos, otros, diferentes, pero estereotipos al fin. El carácter anónimo de la protagonista en algún momento genera un conflicto, respecto del compromiso con el que se deben llevar adelante las militancias, pero la película habilita algunos maltratos innecesarios de Vivian hacia la gente que la rodea y la quiere, como ocurre en una cena que mantiene con su novio, su madre y el novio de su madre.
Pero hay algo más en Moxie que hace ruido y es la forma en que Poehler mira a esa juventud que aparece en la película. La actriz dirigió tiempo atrás Entre vino y vinagre, una comedia agridulce que sin ser una maravilla era bastante honesta en la mostración de conflictos de mujeres de mediana edad, seguramente porque eran los conflictos que ella misma atravesaba en esa etapa de su vida. Sin embargo aquí, Poehler exhibe jóvenes que no parecen ser jóvenes de hoy, sino de alguna película de los 80’s ó 90’s. Esa desactualización respecto de algunos códigos generacionales son los que aumentan el grado artificial de muchos diálogos de Moxie, que parecen escritos por alguien que supone cómo son los jóvenes de hoy en día.