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24 líneas por segundo: Los años que vivimos en peligro

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Acabamos de abandonar al 2020 (lo abandonamos como los padres abandonan al niño robot en Inteligencia Artificial), el año más impensadamente difícil que tuvo que atravesar la industria audiovisual: un año en el que desde el inicio todos tuvimos noticias sobre un virus que comenzaba a correr desde China, pero que nunca vimos venir las consecuencias que podría causar a nivel global. Marzo nos comenzó a poner en alerta a todos: producciones de cine y series que se paralizaban (hasta Tom Cruise dejaba de filmar… ¡Tom, que todo lo puede!), salas de cine que cerraban por miedo a los contagios. Y todos en el mundo, al mismo momento, metidos adentro de la casa para disfrutar de la producción que había llegado a terminar o de las viejas series y películas que nos habíamos perdido en algún momento. Todo se fue reactivando progresivamente en aquellos países donde el virus retrocedía, pero no fue lo mismo e incluso hubo retrocesos. Por ejemplo, en Argentina los cines siguen cerrados desde marzo, y con la subida de los casos se hace impensado que puedan reabrir en lo inmediato: se dice que en febrero tendrían vía libre y algunos funcionarios se han reunido con empresarios del sector para coordinar una reapertura. Ya estamos pisando los primeros días de 2021 y el panorama no parece ser demasiado alentador: muchos especialistas señalan que la normalidad (así se le llama a lo que teníamos antes de la pandemia) recién podría regresar en 2022. Las grandes compañías han planificado cronogramas fuertes de estrenos a partir del segundo trimestre de este año. Habrá que ver si lo pueden cumplir. Por lo pronto, tienen a mano una serie de plataformas que se refriegan las manos para estrenar en su pantalla películas que nunca imaginaron que podían estrenar. El acostumbramiento progresivo, y desde hace décadas, del espectador a ver cine en la casa hizo que todo este proceso fuera menos caótico: ya muchos renunciaron a aquella vieja experiencia de ir a las salas. Y tengo la impresión que algunos pocos la habrán terminado de perder en todo este tiempo. Si los cierres de año siempre tienen esa mezcla de desazón por lo no hecho pero de esperanza por lo que viene, esta vez las cosas son un poco más turbias: sabemos lo que dejamos atrás, pero lo que viene nos genera una incertidumbre no del todo feliz. En todo caso, brindemos anticipándonos a la increíble emoción que sentiremos el día que volvamos a sentarnos en una sala oscura y frente a la pantalla grande. Si hasta estoy extrañando al de la fila de adelante que se aburrió de la película y prendió el celular, al de al lado que entierra sus nachos en una crema de dudosa procedencia y come haciendo ruido, y a la de atrás que me patea la butaca cada cinco minutos.

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