No estás en la home
Funcinema

La casa de palos

Título original: Idem
Origen: Argentina
Dirección: Sebastián Sarquís
Guión: Ignacio Vega
Intérpretes: Adrián Navarro, Moro Anghileri, Omar Fanucci, Facundo Navarro, Uma German, Charly Arzulian
Fotografía: Fernando Marticorena
Montaje: Rafael Menéndez
Música: Pablo Sala
Duración: 91 minutos
Año: 2020


6 puntos


LA FUERZA ES EL DERECHO DE LAS BESTIAS

Por Marcos Ojea

(@OjeaMarcos)

Aunque con una larga tradición en el cine de terror, la figura del hombre lobo todavía no ha logrado forjar una presencia dentro de la producción nacional, que en el último tiempo incluyó vampiros, zombies, mutantes, fantasmas y demonios, pero muy pocos licántropos. La casa de palos, cuarta película de Sebastián Sarquís (hijo del director Nicolás Sarquís), viene a llenar un poco ese vacío, con una apuesta que aúna lo fantástico con el drama familiar en un contexto rural. La historia es la de Omar y su familia (su padre, su esposa y sus dos hijos), que abandonaron su lugar de origen para establecerse en una casona en el bosque, donde viven alejados de todo, a salvo. ¿De qué? En principio no lo sabemos, pero es fácil adivinarlo: las historias que cuenta el abuelo trazan un paralelismo poco sutil entre los animales domesticados y la propia familia, cuyos integrantes ocultan (o desconocen) su naturaleza salvaje. La aparición del perro de Cirilo, el hijo mayor, echando espuma por la boca, quiebra la tranquilidad aparente y pone a Omar en alerta, con un pasado que creía enterrado avanzando desde el bosque hacia su hogar.

Con un tono que va de lo seco a lo vacilante, Sarquís trata de conjugar varios temas que no siempre se corresponden. La hija, Rufina, es una niña extraña que vive acechada por las voces en su cabeza, a las que identifica con colores, y por el fantasma del niño que antes vivía ahí. Su comportamiento no solo desestabiliza al resto de los personajes, si no que nunca logra integrarse al relato. Una lectura sobre la represión podría explicar lo que le pasa, pero su presencia parece estar más ligada a la necesidad de enrarecer a la familia, y de darle una dimensión espectral a la historia. Una decisión desacertada por abarcar, ya que la película funciona mejor cuando se acerca al terror de manera física. Los dos niveles que plantea Sarquís, el terrenal y el espiritual (o el mental, lo que se prefiera), siempre se mueven separados, y la pequeña película de Rufina termina por afectar a la película mayor que la contiene. Cuando se concentra en las relaciones familiares, las tensiones entre padres e hijos, La casa de palos funciona con un horror que se va construyendo desde lo personal hacia afuera, y que crece ante la aparición de los invasores. En ese choque también es posible, si se quiere, hacer otras lecturas: una política, ligada al lugar de los desclasados, una de herencia cinematográfica, con ecos evidentes a Los pájaros y La noche de los muertos vivientes, y otra más obvia (aunque también accidental, porque la película se filmó en 2019), que es la de relacionar todo con la pandemia. Pero no es culpa nuestra, si hasta hay un murciélago que transmite el virus, fiebre y gente encerrada.

La llegada de los invasores es la oportunidad para que la familia desate sus instintos, y también la oportunidad de Sarquís para brindar espectáculo, sangre, tripas. La falta de recursos económicos del cine de género en Argentina muestra los dientes (perdón) a la hora de filmar una pelea entre hombres lobo, y lo que queda es trabajar desde una clase B que, con destreza e imaginación, puede conseguir grandes resultados. Lo que sucede es extraño: sin temor al ridículo, y con un maquillaje licántropo que es tradición y legado (de Lon Chaney Jr. para acá), la película se entrega a un combate coreografiado que provoca risa y un sentimiento ambiguo. Por un lado, cualquier intento previo de seriedad se fuga y es imposible de recuperar. Por el otro, aparece la idea de que ese tono desenfadado quizás le hubiese hecho bien al resto de la película, que no estaba mal pero que, en su afán de ser dura, severa y hasta reflexiva, dejaba en evidencia sus propias limitaciones. La convivencia fallida entre tonos y formas dispares termina por sentenciar a La casa de palos, a la que, de todos modos, le agradecemos la intención.

Comentarios

comentarios

Comments are closed.