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Comodines (1997)



LA MEJOR POLICÍA DEL MUNDO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

A pesar de tener solo 67 años al momento de su fallecimiento, Carlos Calvo fue (en gran medida por sus problemas de salud, que le impidieron seguir trabajando con normalidad en los últimos veinte años) una estrella indudablemente asociada a los noventa. Por eso su muerte provocó entre los espectadores una ola de nostalgia, vinculada esencialmente con su trayectoria televisiva (marcada principalmente por ese éxito casi irrepetible que fue Amigos son los amigos) y en menor medida teatral. Su paso por el cine fue bastante más escueto, aunque su película más popular fue también un particular símbolo de los noventa.

El slogan que sirvió de base para la campaña masiva de Comodines -impulsada por el Grupo Clarín en uno de sus momentos de máximo esplendor- era el inmediatamente célebre “no lo vas a poder creer”. ¿Qué era lo que no íbamos a poder creer? No quedaba del todo claro y los detractores del film inmediatamente lo usaron en sentido satírico, con frases del estilo “no vas a poder creer lo mala que es esta película”. Algo de razón tenían, pero lo importante es que ese slogan denotaba las intenciones de fondo del proyecto, o más específicamente, de su verdadero autor, Adrián Suar, que no dirigía pero protagonizaba, producía y era autor de la idea: el mostrar que el cine argentino podía hacer un producto de acción a la altura de los tanques de Hollywood. El modelo de referencia era claramente Arma mortal -y en menor medida 48 horas-, ya dejando en claro la pulsión casi constante de Suar de copiar o imitar creaciones ajenas, algo que, convengamos, no estaba tan patente en Poliladron, la serie que lo puso en el mapa como inventor de conceptos.

En los hechos, el éxito de Comodines -que fue respaldada por el público y una parte complaciente de la crítica- fue también un enorme fracaso, que desde el comienzo exhibía más agujeros que un colador. Y esto se daba porque el film de Jorge Nisco se referenciaba en Hollywood, pero pensaba que podía igualarlo desde la pura prepotencia, a fuerza de balaceras y explosiones arrojadas sin criterio contra los ojos del espectador. No había personajes, sino estereotipos acumulados en una trama predecible y endeble, que contaba lo que ya se había contado mil veces pero sin un rasgo original más allá de su argentinidad -o incluso porteñismo- pedante: si el policía interpretado por Calvo era un duro que rozaba lo inexpresivo y terminaba siendo risible en su ingenuidad (era un tanto increíble cómo no se daba cuenta que su mejor amigo era un traidor y corrupto), el encarnado por Suar era el típico muchacho al cual había que festejarle todas sus avivadas, por más grasas que fueran.

Pero si Comodines llegaba tarde y mal al subgénero de pareja despareja en el cine de alto impacto, con dificultades notorias en la puesta en escena y el montaje, también revelaba otra incapacidad, que incluía factores no solo estéticos sino también políticos y culturales. Frente a la desconfianza de la sociedad en las fuerzas de seguridad -y que Suar había logrado saltear en parte con Poliladron y su historia contada desde ambos lados de la ley-, el film solo tenía como recurso la reivindicación de la mano dura y los procedimientos ilegales. “Pruebas, todos me piden pruebas”, renegaba en un momento el personaje de Suar, como si el conseguir evidencias fuera algo molesto, lo cual concordaba con la postura del relato, que avanzaba de explosión en explosión como si la necesidad de atar cabos fuera algo innecesario. En la década en que Duhalde sacaba pecho y decía que la Bonaerense era “la mejor policía del mundo”, Comodines hacía algo parecido, pero dentro del campo del cine de acción. Y al igual que Duhalde, quedaba en off side desde el arranque.

Lo peor es que esa argentinidad -en el peor sentido del término- que derrochaba Comodines se mantiene vigente. Prueba de eso es la permanencia y consolidación de Suar, pero también el hilo invisible que une a este film con discursos (políticos, culturales, sociales) donde prevalece el “nosotros también podemos hacerlo” o la canchereada estilo “somos los más mejores y por eso nos quieren voltear”. Comodines atrasaba varias décadas al momento de su estreno, pero lamentablemente continúa siendo actual y, a pesar del fallecimiento de Calvo, no necesita de un ejercicio nostálgico.

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