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Funcinema

Rogue

Título original: Ídem
Origen: Sudáfrica / Reino Unido 
Dirección: M.J. Bassett
Guión: M.J. Bassett, Isabel Bassett, Mark Middlewick
Intérpretes: Megan Fox, Philip Winchester, Greg Kriek, Brandon Auret, Jessica Sutton, Kenneth Fok, Isabel Bassett, Adam Deacon, Sisanda Henna, Tamer Burjaq, Calli Taylor, Lee-Anne Liebenberg
Fotografía: Brendan Barnes
Montaje: Andrew MacRitchie, David Wigram
Música: Jack Halama, Scott Shields 
Duración: 105 minutos
Año: 2020


3 puntos


OTRA FALLIDA HEROÍNA DE ACCIÓN

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Con muy poca diferencia de tiempo, hemos podido ver a dos actrices fallando en sus intentos por probarse en el género de acción: primero Jessica Chastain con Ava, ahora Megan Fox con Rogue.  Es cierto que la segunda ya había estado en las sagas de Transformers y Tortugas Ninja, pero nunca realmente en roles protagónicos y cargando sobre sus espaldas el peso de las secuencias de impacto. Lamentablemente, por más que se nota que le pone todas las ganas, jamás llega a ser creíble.

Quizás esto se deba en buena medida a que el género de acción requiere de una puesta en escena consistente, que proteja la narración y a sus protagonistas. Lo cierto es que eso falla por completo en Rogue, a pesar de una premisa medianamente prometedora: un grupo de mercenarios emprende una misión para rescatar a unas rehenes en un remoto lugar de África, pero plan falla y el equipo queda varado, forzado a combatir no solo contra los rebeldes sino también contra unos leones que escaparon de su cautiverio. Sin embargo, ya los primeros minutos, que procuran plantear el conflicto y la dinámica grupal de los personajes, empiezan a mostrar que los engranajes que deberían impulsar al relato lo hacen tropezar: ni los diálogos, los gestos rudos, las supuestas muestras de profesionalismo o la fisicidad desplegada son creíbles, porque la directora y co-guionista M.J. Bassett nunca acierta con el tono apropiado.

Si las dificultades para construir un verosímil son muy evidentes, el guión tampoco ayuda: la trama de huida, caza, perseguidos y perseguidores se agota rápidamente, condenando a la narración a una acumulación cansadora de situaciones y diálogos repetidos. Para peor, frente a esa falta de ideas, Rogue ni siquiera puede hacerse cargo de su propia materialidad -claramente vinculada al cine de segunda o tercera selección, que muchas veces se llama apresuradamente “Clase B”- y elige la peor opción posible, que es la de la solemnidad. En su última media hora, se preocupa menos por resolver las tensiones desde el movimiento y más por sumar discursos que versan sobre la violencia contra los más débiles y el medio ambiente. Es entonces que descarrila hacia una mezcolanza de bajadas de líneas entre culposas y banales, con algunos tiros y sangre en el medio.

Hay, debe reconocerse, un corto pero destacable plano secuencia donde la cámara recorre una casa donde están refugiados los protagonistas mientras todos se mueven de un lado a otro, consiguiendo una tensión inesperada. En esos segundos, se insinúa una película posible, sustentada en la interacción entre los cuerpos, la espacialidad y la temporalidad. Pero son apenas unos instantes antes de que Rogue vuelva a la misma tonalidad de su rutinaria y aburrida narrativa, con la pobre Fox deambulando sin rumbo claro y pretendiendo ser una ruda líder, aunque nunca le creamos nada.

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