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Django: en el nombre del hijo

Título original: Idem
Origen: Perú
Dirección: Aldo Salvini
Guión: Aldo Salvini
Intérpretes: Giovanni Ciccia, Brando Gallesi, Melania Urbina, Sergio Galliani, Tatiana Astengo, Stephanie Orúe, Rodrigo Sánchez Patiño
Fotografía: Micaela Cajahuaringa
Montaje: Angela Vera Temoche
Música: Karin Zielinski
Duración: 100 minutos
Año: 2019


3 puntos


LO QUE IMPORTA ES LA FAMILIA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Vamos a ser un poco justos con esta película: por cuestiones relacionadas con los raros caminos que ha tomado la distribución cinematográfica durante la pandemia de Covid-19, llega como estreno Django: en el nombre del hijo, que es la tercera parte de una trilogía peruana bastante exitosa por aquellas tierras. Con esto, confesar que no hemos visto las películas anteriores, por lo que no tenemos forma de relacionarlas entre sí, ni de que algunos giros nos provoquen la sorpresa con la que evidentemente fueron pensados. De todos modos la película de Aldo Salvini, consciente un poco del espíritu de producción en cadena que alimenta a Django: en el nombre del hijo, se toma el tiempo de aplicar algunos flashbacks que nos explican aquellas cosas que nos perdemos. Y ese es tan solo uno de los motivos que vuelven a absolutamente rutinaria a esta tercera entrega.

El origen de Django es una película de 2002 que estaba inspirada en un personaje de la realidad, el ladrón de bancos Oswaldo Gonzales, alias Django. La secuela llegó en 2018 y explotó el costado de relato de acción convirtiéndose en un gran suceso de taquilla que llevó a sus creadores a pensar una pronta continuación. Y acá lo tenemos a Django, encarcelado, mientras le llegan informaciones del exterior sobre una banda narco relacionada con México y de los peligros que enfrenta su hijo adolescente, integrante de un grupo callejero dedicado al grafiti y el hackeo de celulares. Los primeros minutos de la película de Salvini hacen recordar a las ficciones carcelarias argentinas, onda El marginal. Un retrato sucio pero algo estereotipado que profundizará esa superficialidad una vez que avance hacia un universo de villanos y antihéroes al margen de la ley.

Como en los relatos clásicos de mafiosos, el tema de la familia ronda el universo de este Django. Salvo que aquí el tono se acerca más al del culebrón televisivo: Django tiene a su hijo en situación de riesgo, quien a su vez busca al pequeño hijo de su hermano asesinado en la película anterior. Una de las líderes de la banda es, para completar el círculo, la nuera del protagonista. Pero más allá de lo kitsch que pueda parecer todo este mejunje delictivo-familiar, que incluye diálogos ridículos y actuaciones fuera de registro, Salvini busca un rigor formal en el surfeo por la superficie del policial negro y el film de acción que si bien consigue un aceptable aspecto de cine industrial, carece de aciertos formales o de puesta en escena para destacar: su película se ve bien, solo eso. Todo es rutinario y alargado, e incluso busca darle una impronta mítica a su protagonista, que no se sostiene ante lo azaroso que resulta su camino. Si Django es un  genio del crimen, lo que hace no es demasiado inteligente y se salva más de casualidad que por otra cosa. Las ganas de Django: en el nombre del hijo por ser un gran espectáculo son más altas que sus posibilidades.

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