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Funcinema

24 líneas por segundo: contra las maratones de series

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Si bien en Funcinema inauguramos hace poco una sección que se llama Maratoneala (la pueden ver acá), donde recomendamos alguna serie para hacer maratón, particularmente soy un enemigo de las series que se piensan con ese diseño de la acumulación de capítulos (está bien, sí, durante la cuarentena ya me vi tres temporadas de tres series, pero es una situación especial e irrepetible… espero). Soy un señor (ya) que vivió su infancia en los 80’s, esperando semana tras semana que los muchachos de Brigada A hicieran volar algún pueblo por los aires o que Alf llegara con nuevas aventuras de living. El mismo señor, también, que vivió su adolescencia en los 90’s, aguardando cada domingo a la noche para prenderse a FOX y ver el nuevo capítulo de Los Simpson. Es decir, tengo la paciencia tallada a fuerza de una etapa de crecimiento donde el concepto de maratón estaba relacionado solamente con los dibujos animados que veíamos a las 12:00 o a las 17:00, según el turno escolar que tuviéramos: yo iba a la mañana, así que las tardes eran de leche, galletitas y -si la suerte era mucha- Tom y Jerry. ¡O He-Man! También estaba la posibilidad de ver alguna serie vieja de a un capítulo por día: El Superagente 86 era mi favorita. Si bien la televisión atravesó diversas etapas creativas de alto nivel, es indudable que entre fines del siglo pasado y comienzos de este se ha dado una revolución que fue creativa en un comienzo y tecnológica de un tiempo a esta parte. En ese proceso uno se reencontró con la televisión y con las series, que fueron uno de los principales motores de los foros de Internet en tiempos de Lost. El concepto de maratón que impuso Netflix en la segunda década de este siglo y que han capitalizado diversos servicios de streaming ya existía antes, cuando por medio de algún sitio de descarga nos bajábamos varios capítulos de series que nos habíamos perdido. Así vi las primeras temporadas de Lost, Mad Men, Breaking bad, Boardwalk Empire o How I met your mother hasta que pude alcanzar el “semana a semana” de cada una de ellas. Y, debo decir, nunca disfruté más estas series que cuando alcancé el “semana a semana”. Yo que vi cuatro temporadas de un tirón de Breaking bad envidio a quienes quedaron en suspenso en el momento en que Jesse le disparó a Gale y tuvieron que esperar varios meses para saber cómo seguía la cosa. Por suerte llegué a tiempo y quedé suspendido en el baño con Hank, mientras descubría que Walter era el hombre orquesta. No es lo mismo esperar varios meses para ver cómo sigue que apretar pausa, ir al baño, y darle play al siguiente capítulo. Hay algo ahí que se pierde; sépanlo jóvenes ansiosos de todas las edades. Si hago retrospectiva, son pocas las series lanzadas con el formato maratónico que me han gustado (tal vez ninguna) y creo que esto no es antojadizo, sino que corresponde a una cuestión formal a la que las series se obligan. En una serie que va “semana a semana” la información de los capítulos se asimila de otra manera, y pequeños eventos se resignifican de una forma que si uno ve cinco capítulos de un tirón seguramente pasarán de largo: no de gusto la mayoría de las series maratónicas apuestan al género, al efecto constante y a alimentar esa épica de lo adrenalínico. Una serie gloriosa como Better call Saul seguramente es imposible de sostener en un maratón porque, ante la falta de grandes giros que motoricen la trama, la continuidad tal vez agobie. Otra cosa que me parece fascinante de ver series “semana a semana” es la charla que se da entre amigos sobre lo que pasó en el último capítulo y las presunciones sobre lo que puede pasar en el próximo. Las series semanales ponen nuestra imaginación en movimiento, nos hacen cómplices de sus tramas, mientras que las maratónicas nos toman de rehenes y nos obligan a ver sin reflexionar. Esa lógica de la máquina de chorizos de las series maratónicas es la cola que se muerden a ellas mismas. Esa autoconciencia de ser material de descarte rápido, de “la vi en un día y ahora miro la otra de la que todos hablan”. No reniego, es un fenómeno cultural y un fenómeno de consumo. Pero a mí dame uno por semana y nada de maratones. Que me disculpen lo runners audiovisuales.

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