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Recapitulación de Better call Saul: Wexler v. Goodman

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

El nivel de excelencia que viene sostenido Better call Saul en esta quinta temporada es realmente inusitado, y Wexler v. Goodman (el sexto de esta entrega) es uno de los mejores que ha presentado la serie y no solo este año. Capítulo a capítulo Better call Saul se supera, con situaciones que parecen repetirse en su circularidad, pero que siempre terminan escapando por algún lugar imprevisible. Más que circular, el movimiento de la serie creada por Vince Gilligan y Peter Gould es espiralado, con un tránsito desde adentro hacia afuera y que termina disparando hacia cualquier lado. Wexler v. Goodman -un título que prometía- arranca con un flashback que, por primera vez, nos revela el pasado de Kim y una relación clave: la que tenía con su madre, una mujer con aparentes problemas con el alcohol. Lo que importa de ese prólogo es la decisión que toma una Wexler niña, que de alguna manera se refleja en lo que conocemos de ella cuando adulta: una mujer con principios, difícil de doblegar en lo que ella considera correcto o incorrecto, y que la presencia de Jimmy siempre pone contra las cuerdas. Todo el capítulo, notablemente escrito por Thomas Schnauz, es un trabajo sobre la ética de Kim, lo que sucede con Mesa Verde y el acuerdo al que finalmente llegan con Saul Goodman como representante del señor Acker. La tensión que dispara el capítulo sin siquiera apelar a lo policial es notable, porque sabemos que Goodman siempre se guarda una carta en la manga y porque entendemos que lo que está en juego entre él y Kim es importante. También, porque ese prólogo quiere decirnos algo; en el universo de Gilligan y Gould nada es antojadizo. En Wexler v. Goodman regresa Nacho y hay una subtrama fuerte con Mike, entregado ya al trabajo de lacayo de Fring. Sin embargo es una distracción (distracción sólida, como siempre) para lo que importa: la última escena. Luego de que Goodman juega sus cartas en el caso Mesa Verde, la pareja se reencuentra en el hogar. Una Kim notablemente molesta (y con razón) pone nuevamente a Goodman en el lugar de tener que decidir qué camino quiere tomar en su vida, el de la verdad o el de la mentira. Sin embargo, una última línea pone la discusión en otro nivel, y nos vuelve a llevar por el mismo camino pero ligeramente modificado. Y concluye el capítulo con una incógnita notable: ¿qué le pasa a Kim? ¿Qué busca con eso que le propone a Jimmy? Sin decir, claro, que lo de Bob Odenkirk y Rhea Seehorn es notable, pero sobre todo lo de ella, construyendo tensión con cada palabra que dice, apelando a silencios incómodos y a una corporalidad que deja en claro tanto su enojo como su entrega a eso que Jimmy representa. O, tal vez, Kim se arrepienta de la relación con su madre (vaya uno a saber qué pasó entre ellas) y acepte de una buen vez por todas que el camino es otro.

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