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Funcinema

Mi nombre es Dolemite

Título original: Dolemite is my name
Origen: EE.UU.
Dirección: Craig Brewer
Guión: Scott Alexander, Larry Karaszewski
Intérpretes: Eddie Murphy, London Worthy, Wesley Snipes, Craig Robinson, Mike Epps, Tituss Burgess, Da’Vine Joy Randolph, Ivo Nandi, Keegan-Michael Key, Chris Rock, Kodi Smit-McPhee, Chelsea Gilson
Fotografía: Eric Steelberg
Montaje: Billy Fox
Música: Scott Bomar
Duración: 117 minutos
Año: 2019


8 puntos


EL CINE TE SALVARÁ

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Con ecos de The disaster artist, Mi nombre es Dolemite de Craig Brewer también es una biopic sobre un artista muy singular, que rodó una película kitsch y la convirtió en un fenómeno de culto. Rudy Ray Moore es el personaje principal, un humorista negro en decadencia que en los años 70’s inventó un personaje, Dolemite, una suerte de proxeneta con historias sórdidas y un humor extremadamente guarro. El éxito fue tal, que se convirtió en un referente de la comunidad afroamericana en los Estados Unidos y terminó rodando una película sobre el personaje que fue tanto un desastre desde la producción como un suceso impensado a la hora de la exhibición. Esa historia es la que cuenta este film que entre sus múltiples valores tiene el de devolvernos con vida a Eddie Murphy.

Lo que primero sobresale en Mi nombre es Dolemite es la presencia de Scott Alexander y Larry Karaszewski en el guión, autores, entre otros, de los guiones de Ed Wood, El mundo de Andy y Larry Flint. Es decir, historias reales de grupos marginados de los cánones institucionales o sociales, que intentan sobresalir sin perder su sentido identidad. Pero, además, comedias amables y muy divertidas que encuentran el absurdo en lo cotidiano y la grandeza en lo extraño. Los marginados son ese espejo donde los integrados se miran y reciben, a cambio, un reflejo deforme. En Mi nombre es Dolemite tenemos a Rudy Ray Moore como un artista que no puede sobresalir ni entre los propios, pero además una sutil distancia cultural entre blancos y negros que se resuelve en una fabulosa escena en un cine en la que los protagonistas van a ver Primera plana de Billy Wilder y no entienden de qué se están riendo los blancos que están en la sala. Es así como Mi nombre es Dolemite define a la comedia como un hecho cultural que tiene un lazo inevitable con nuestra propia idiosincrasia. En la primera parte del film, Brewer narra el camino más o menos previsible de ascenso al estrellato de Rudy Ray Moore, pero la película crece cuando comienza el rodaje de Dolemite, uno de esos films emblemáticos de la blaxploitation de los 70’s. A decir de Moore, la película tenía todo lo que la gente quería ver: humor, karate, sangre y tetas. Porque Mi nombre es Dolemite es también el reflejo de un momento del arte en el que cualquier cosa podía pasar y convertirse en un suceso, incluso algo artesanal como esto. Por eso que el cuento de hadas sobre el triunfo de los marginados que termina siendo la película no resulta tan inverosímil.

Mi nombre es Dolemite cuenta con un elenco notable, integrado por Wesley Snipes, Craig Robinson, Mike Epps, Tituss Burgess, Keegan-Michael Key, Chris Rock y Snoop Dogg. Pero claro, el que brilla es Eddie Murphy, quien vuelve por la puerta grande luego de trabajar en múltiples y espantosas comedias familiares, indignas de su pasado de gloria como comediante. Quien fuera uno de los actores más populares de los años 80’s no metía una buena película desde, tal vez, Bowfinger, otra sobre un rodaje tan dificultoso como hilarante. Créase o no, otra vez la idea del cine como aglutinante de individuos que se fortalecen por medio del grupo; el cine dentro del cine; el cine salvando a Murphy. Comparábamos al comienzo con The disaster artist, aquella muy buena película de James Franco. Es cierto, hay relación y tal vez este proyecto haya encontrado destino gracias al éxito de aquel, pero Mi nombre es Dolemite tiene una humanidad y un cariño por los personajes, que The disaster artist a veces confunde con cinismo.

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