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MAR DEL PLATA 2019: Competencia Internacional – Día 3


I was at home, but de Angela Schanelec / 5 puntos


La sinopsis expresa: “un adolescente vuelve a su casa después de haber estado ausente por una semana. Su madre, maestros y personas cercanas intentarán averiguar qué sucedió en esos eternos días para comprender por qué se comporta tan extraño”. Sin embargo estas circunstancias descriptas serán momentos ajenos y esporádicos en un film que se centra en la madre de este chico, mostrando la carga emotiva y el pesar que lleva en su ser sobre un hecho del que no se dan muchos datos. Durante la película, se verá que esa pérdida que intenta sobrellevar va mutando de la tristeza a la bronca y a la ira. Con un trabajo centrado en lo visual antes que en lo narrativo, en varios pasajes la película Schanelec abandona esta historia para narrar pequeños instantes de otras vivencias, que se asemejan a la central, sobre la pérdida y el abandono. No obstante, la poca claridad que se aporta sobre los hechos, la inserción de algunas escenas oníricas y la artificialidad compositiva de varios pasajes provocan que el film resulte frío, distante y confuso para una historia que pretendía dialogar sobre el duelo y sus matices. Brian Macchi


El cuidado de los otros de Mariano González / 7 puntos


Tanto en Los globos, la película anterior de González, como en El cuidado de los otros, el mundo es un lugar vulnerable, sobre todo para los chicos. Es un drama que excede en este caso las clases sociales. Un error puede transformarse en una pesadilla cotidiana. Luisa (Sofía Gala Castiglione) tiene dos trabajos. En uno de ellos, cuida a niños temporalmente, sobre todo a Felipe, el pequeño hijo de una familia porteña. El incidente con una puerta, la presencia de su novio en el departamento y un descuido sumergen a Luisa en un itinerario desesperante. Claro está, la desesperación está contenida y nunca las estridencias se imponen sobre un relato narrado con golpes sobrios de montaje y una efectividad narrativa que evita las explicaciones. La procesión de la protagonista es encapsulada por una cámara que nunca suelta al personaje, que acompaña su incomodidad existencial en un viaje donde el pánico y la incertidumbre se manifiestan a través de miradas, algún que otro desahogo y decisiones que parecen empantanar más el horizonte. Hay un calvario personal que pone a Luisa en una situación angustiante mientras el resto desfila sin saber muy bien qué hacer. No obstante, al drama individual, González le suma el otro, el colectivo, propio de una sociedad que ha naturalizado el trabajo precarizado (sea en la fábrica o en las casas donde familias pretenden cubrirse de sus pagos en negro). Con una mirada que no se refugia en proselitismos ni abusa de la hinchazón estética, González da forma a la punta del iceberg, con austeridad, despojamiento y precisión a la hora de trazar los comportamientos de los personajes. En los matices se encuentra el perfil de cada uno, en una realidad donde es difícil perdonar, aceptar y tolerar. Como en Los globos, hay un pasaje culminante, una decisión que abre una nueva posibilidad. Ni condena ni victimización. El cuidado de los otros, tal vez desconcierte en el contexto de una competencia donde todo se erige como importante. En lo no dicho, en lo no mostrado, radica su principal fuerza. Guillermo Colantonio

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