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MAR DEL PLATA 2019: tres miradas a la 34ª edición

El 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata ya pasó, pero todavía respira. Y un grupo de redactores de Funcinema acercan su mirada personal y general sobre los días de cine que vivió la ciudad. Tres miradas sobre la 34ª edición, sobre las películas, las sensaciones, el público, lo que está mal y lo que está bien.


NATURAL

Por Gabriel Piquet

(@funcinemamdq)

Foto: Gabriela Sáliche

Este año estuve cubriendo más las competencias argentinas y latinoamericanas, con resultados que en líneas generales fueron satisfactorios. Encontré buenas películas y en algunos casos algunos realizadores pegando un salto de calidad con respecto a trabajos anteriores. Después repartí mi tiempo en otras secciones (Hora Cero, Banda Sonora Original, Generación VHS y algunas retrospectivas), pero muy poco de la competencia oficial. De este pequeño cúmulo de films hay algo que me llamó la atención, y si bien no me considero capacitado para hacer un análisis exhaustivo encontré una constante que se repitió en varias películas: la naturaleza. Selvas y bosques que esconden cosas (Los que vuelven, A febre, Sirena, El silencio del cazador), entornos cerca de la naturaleza o con elementos de la naturaleza (Nunca subí el provincia, South mountain, Por el dinero), films clásicos que tenían lugares o paisajes exóticos que servían para ser parte importante del desarrollo de lo que veíamos (The Muthers, The foxes of Harrow). No sé si justo encontré las películas elegidas por los programadores más ecologistas del Festival o la casualidad me llevó a armar la grilla y que esto se fuera dando de manera natural. En algunos casos más, en otros menos, la naturaleza fue un personaje más e inclusive el más importante. Cuando uno veía estas películas descubría lo mismo (no en los ejemplos de los clásicos que puse), la idea de volver a las raíces, de cuidar eso que tenemos. Muchos de los personajes sentían llamados, el deseo de volver a lo primitivo, el deseo de poder encontrase.


¿FESTIVAL PARA TODOS O FESTIVAL PARA UNOS?

Por Franco Denápole

(@mdenapole)

Foto: Gabriela Sáliche

Si bien hace años que frecuento el Festival, no creo tener la experiencia ni la capacidad de juzgar asuntos propios de su organización ni las implicancias políticas que corren por detrás. Pero me gustaría aprovechar el espacio para agradecer la labor de los programadores. En su paciencia y dedicación a la hora de presentar las películas e intentar generar el diálogo entre creadores y público reside una de las cuestiones que me parecen más importantes del Festival: el deseo de habilitar un sitio de encuentro entre personas distintas y películas distintas. Entiendo que, en una época en la que las salas están cada vez más copadas por las superproducciones de unos pocos gigantes multinacionales, es vital que existan momentos y lugares en los que los espectadores podamos ver otro tipo de cosas. Sin embargo no desearía que el Festival se reduzca a un cenáculo exclusivo para unos pocos especializados, trabajadores del medio o cinéfilos eruditos. Imagino que desde la difusión podría combatirse con más fuerza esta tendencia y ser más efectivo a la hora de convocar a un público diverso. En fin, se trata de lograr que la misma gente que va al cine durante el año a ver la última de Marvel, así como la gente que no va al cine, se sienta bienvenida y se le permita habitar este otro espacio, y tal vez hasta dejarse atravesar por él. Y en función de esto agradezco a los programadores y también a los críticos que se dedican, en el mejor de los casos, a construir puentes para limar esas extrañezas, a veces involuntarias y a veces buscadas, que pueden llegar a hacer de este mundo un lugar ajeno e indiferente para muchas personas.


LA ORQUESTA DEL TITANIC

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Foto: Gabriela Sáliche

Cada año pasa más o menos lo mismo alrededor del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: los días previos son de incertidumbre, la falta de promoción abre dudas respecto de la salud de la nueva edición y una vez que arranca… mágicamente o vaya uno a saber por qué el público se acerca en masa a ver cualquier cosa (esto dicho cariñosamente) que se proyecte en las pantallas. El del #MDQFilmFest (sí, hay que abreviar todo en formato hashtag, seamos postmodernos) es un fenómeno peculiar dentro de una ciudad con pocos fenómenos peculiares. Y es más peculiar, todavía, si pensamos en la propia esencia del Festival: un acontecimiento sin lazo alguno con la ciudad, que parece hecho a espaldas de la propia geografía que le da albergue y que se construye sobre la falta de igualdad. El mayor ejemplo de falta de igualdad se puede observar con la prensa: los cronistas que llegan de afuera (especialmente de Capital Federal) cuentan con beneficios que los propios, los de la ciudad, no. Y resultaría lógico si el Festival de Mar del Plata estuviera organizado realmente desde Mar del Plata y Mar del Plata, entonces, decidiera agasajar a los de afuera. Pero no… son los mismos agentes de prensa porteños que manejan la prensa del Festival los que agasajan a los de la prensa porteña. En fin, que en una edición que repitió los mismos problemas de siempre y que sumó algunos nuevos (¡no hubo sala de prensa!), en lo que pareció más que nada un fin de gestión en el INCAA (gestión que cumplió con mantener el Festival y poco más), lo más digno de destacar, nuevamente, es el público. Que sigue llenando las salas, en una verdadera orquesta que continúa tocando cuando parece que todo naufraga.

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