MALA
EL PÚBLICO NECESITA PROSPECTO
Por Virginia Ceratto
(Especial para @funcinemamdq)
Que una obra sea presentada por su autor -estaba el autor, Penner, y así inició la puesta- como un alarde de dramaturgia en la que maniquíes sean protagonistas, amerita una serie de suposiciones; a saber: ¿Serán interlocutores silenciosos del actor? ¿Cumplirán un rol significante y significativo en la trama? ¿Actuarán como memoria tácita o alter ego del que actúa?
Bueno, sí. Pero no.
Un actor adulto, cuya dicción deja mucho que desear, deambula por un escenario al frente, entre o por detrás de cuatro maniquíes de cuerpo entero y uno en busto, a la izquierda del público una mesa con una soga y una botella con agua y un bastidor de madera con una hoja. Punto.
Y podría poner… Punto.
Un texto grandilocuente que mezcla o revuelve a alguno de los trágicos, Lacan, citas latinas mal pronunciadas y que no conducen a nada.
Lo mejor, la metáfora de que el desierto es como el silencio.
Y sí, todos lo podemos imaginar. Como el parlamento de qué pasa los domingos. Me acordé del tema de Shakira, y ella lo canta lindo: “Si es cuestión de confesar, nunca duermo antes de diez ni me baño los domingos”. Lo dice más lindo.
Tal vez, un ejercicio poético que mejor hubiera estado en una antología o libro de autor.
Ninguna estructura dramática, ni siquiera ante el pobre juego del ahorcado.
¿Los maniquíes? Bien, gracias. Lo mismo hubieran dado cuatro potus de plástico.
Señores: debo ser muy bruta, pero cuando voy al teatro pretendo -oh, piedad-, pretendo ver, asistir, comulgar, con teatro. Básico: hamartía, peripecias, catarsis, y eso ya es mucho pedir. Al menos un conflicto. No muchas frases dichas con gestos histriónicos previsibles.
No. Y no.
Dramaturgia: Gabriel Penner . Dirección: Angeles De Paolis . Intérprete: Ricardo Delacroix . Sala: Espacio CCAVE (Alberti 3723; Mar del Plata) .