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Millerntor: una experiencia intransferible

Por Virginia Ceratto

(especial para @funcinemamdq)

Norte de Alemania. Hamburgo. Una visita al Millerntor. ¿El estadio? ¿Centro Cultural? ¿Sede de activistas? Todo eso y mucho más. Del Fc. S. Pauli, digamos, para simplificar, club de fútbol alemán que hace años está en la B. Y que sin embargo, mueve más sensibilidades que los mejores o renombrados equipos de la de Eurocopa. Y que nos mueve y conmueve a los cultores de la cultura y activistas de derechos humanos. Y quien quiera data puede entrar acá en o ingresar por YouTube. Y no voy a excederme en esto, porque aquí lo puse.

Equipo de fútbol que excede el deporte. O lo completa. Por su “rareza”. Rareza para una mina como yo, acostumbrada a la patota argentina. Dejemos eso ahí. Ya los enemigos no me suman, me importan cero.

Animarse.

Hace años me animé. En un estadio que no era el propio (de ellos) sentí que fue único. Comunión. Ni siquiera me gusta el fútbol, pero la pasión de sus fans en el Norte me conmovió.

Y finalmente, luego de viajes, llegué al estadio sede. O al Centro. Al Centro del barrio. Al Centro donde todo encaja. En el puerto de Hamburgo, en el corazón de un barrio icónico, un estadio que recibe con un centro cultural que impacta. Espacios. Espacios multimedia, espacios para la música, la plástica, el teatro. Espacios para el diseño.

Y una actividad social que invita y que se hace carne.

Un país de las Maravillas en un país que tiene una historia que, ellos, los del S. Pauli, entendieron, hay que dar vuelta. Y lo logran.

En sus proclamas y en los partidos, siempre hay expresiones a las que se suma la “hinchada” contra la discriminación en todas sus fases y contra la homofobia y la xenofobia en especial. Ingresás a un partido y te dan tu cartel que darás vuelta cuando la multitud te lo indique, si no entendés alemán, y así formás parte de una bandera impresionante, sensible, única.

Vas a escuchar la música rockera y vas a cantar en alemán, en inglés, en italiano, y el fan a tu lado te va a convidar cerveza. Sí, siempre cerveza.

Vas a ir al lugar cultural o al shopping y sabrás que con tu compra estás ayudando a los refugiados, de Lampedusa, por poner un ejemplo. Y vas a entrar en una compu y vas a confirmar cuánto aportaste a la causa.

Y te vas a maravillar con las muestras de arte. Y vas a compartir experiencias con mucha gente, de Extranjia, como sos vos, como fui yo.

Y vas a comprobar lo que puede un club de fútbol cuando no hay mafia y “el sentimiento” no va de la mano con la runfla y contiene a todos. A todas, a todes. Como más te guste. Porque, y ya lo he dicho, la homofobia es contraria al club. Es enemiga. Y la xenofobia.

Y no es cuento. Yo lo viví.

¡Vamos St. Pauli!

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