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Recapitulación de Game of thrones: The Iron Throne (final de la serie)

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

ATENCIÓN: SPOILERS

Si la última temporada de Game of thrones había alternado entre algunas decisiones complacientes -principalmente en The long night-, otras un tanto arbitrarias –o por lo menos no debidamente justificadas, como el giro radical de Daenerys en The bells– y contados raptos de lucidez –particularmente ese capítulo puramente relacional que es A Knight of Seven Kingdoms-, el cierre definitivo que es The Iron Throne fue en buena medida una especie de trámite administrativo. Los creadores de la serie, David Benioff y D.B. Weiss, se hicieron cargo de esa “gestión” desde el guión y la dirección con una narración a reglamento, sin compromisos ni decisiones realmente arriesgadas. No dejó de ser una declaración de principios: fue como decir (y decirse) “bueno, no hay manera de complacer a todos, así que nos vamos con el menor ruido posible”.

De ahí que The Iron Throne sea un capítulo prácticamente sin dramatismo, por más que haya unos cuantos intentos en esa dirección, como la secuencia donde Daenerys le habla a todos los integrantes de su ejército y queda claro que no solo no se arrepiente de haber quemado una ciudad entera, sino que quiere ir por más. Es cierto que el diálogo entre Tyrion, encarcelado por haber liberado a Jaime (confirmado: murió junto a Cersei), y Jon Snow indaga con algo más de profundidad en los dilemas sentimentales, éticos y morales que los atraviesan, pero eso no llega a desterrar la idea de que todo está siendo llevado adelante a las apuradas. Y de ahí finalmente decantamos en la impostación con la que carga el encuentro entre Daenerys y Snow, donde se intenta combinar lo trágico con lo romántico cuando él la asesina, sumándole la irrupción del dragón que, en vez de matar sin miramientos al homicida de su madre, decide –básicamente porque sí- quemar el Trono de Hierro y partir volando, con el cadáver de Daenerys en una de sus garras. El plano de la criatura volando tiene, es cierto, su vuelo poético, pero eso no implica que posea justificación. Es más, hasta funciona involuntariamente como un resumen de los problemas de esta temporada, con múltiples giros y decisiones sin un verdadero asidero.

El episodio (y la serie) podría haber terminado ahí y hasta hubiera tenido una dosis de potencia en su imaginario, pero lo que viene a continuación es lo más parecido que entregó la televisión a la última media hora de El Señor de los Anillos: el retorno del Rey, que acumulaba un montón de finales sin decidirse a terminar de una vez por todas. La segunda mitad de The Iron Throne trata primero de cerrar la disputa por el dominio de los Siete Reinos y, después de decenas de batallas, conspiraciones, intrigas, sangre y tripas, todo se arregla con una conversación entre varios de los protagonistas y algunos personajes que nunca tuvieron roles relevantes. Se hacen guiños al sistema democrático y la participación popular, pero luego Tyrion tira un par de obviedades sobre la necesidad del poder de relatos que lo legitimen y al final todos eligen a Bran Stark como nuevo rey, porque diablos, el muchacho sí que luce sabio. De paso, se decide indultar a Jon Snow y mandarlo como castigo a la Guardia del Muro; el Norte queda como un reino independiente bajo el comando de Sansa; Arya decide irse más allá de los límites de los Siete Reinos (lo cual tranquilamente podría dar lugar a un spinoff); Brianne escribe un apartado sobre Jaime en un libro de historia; hay una reunión de gabinete con guiños a la saga literaria original pero que nunca sale del aburrimiento…

Y no mucho más. The Iron Throne se va desinflando y arriba a un final cansino, donde el último plano está dedicado a una excursión más allá del Muro encabezada por Jon Snow. Uno de los protagonistas vuelve al mismo lugar donde empezó y algo parecido le sucede a Games of thrones: la serie que comenzó siendo una lección de cómo dar giros de 180° termina haciendo un giro de 360°, cambiando varias cosas para que nada cambie y hablando sobre “romper la rueda” mientras la mantiene intacta. Eso no necesariamente altera el legado general de la serie y los notables tramos que supo entregar, pero la coloca en un lugar definitivamente incómodo, muy por debajo de cualquier expectativa.

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