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Nacido para ser rey

Título original: The kid who would be king
Origen: EE.UU. / Reino Unido 
Dirección: Joe Cornish
Guión: Joe Cornish
Intérpretes: Louis Ashbourne Serkis, Denise Gough, Dean Chaumoo, Tom Taylor, Rhianna Dorris, Nathan Stewart-Jarrett, Noma Dumezweni, Rebecca Ferguson, Mark Bonnar, Angus Imrie, Patrick Stewart, Myra McFadyen, Genevieve O´Reilly
Fotografía: Bill Pope
Montaje: Jonathan Amos, Paul Machliss
Música: Electric Wave Bureau
Duración: 120 minutos
Año: 2019


7 puntos


RECUPERANDO LA AVENTURA

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

Después del gran debut que fue Ataque extraterrestre (que combinaba con inusual habilidad y vocación por la diversión el relato de ciencia ficción con la crítica social), Joe Cornish co-escribió los guiones de Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio y Ant-Man: el hombre hormiga (en esta última hay que ver cuánto realmente de su trabajo llegó a la pantalla), y poco más. De ahí que Nacido para ser rey era muy esperada en ciertos círculos. Sin embargo, no sucedía lo mismo con el público masivo, que la ignoró olímpicamente, convirtiéndola en un gran fracaso. Y es una verdadera pena, porque es una película donde el realizador demuestra tener un enorme cariño por los relatos medievales y de caballería, a los que busca darle un giro contemporáneo.

Hay en Nacido para ser rey una mezcolanza que puede parecer obvia, pero que posee sus particularidades. El film se centra en un joven que suele quedar relegado al típico rol de perdedor en la escuela, hasta que por accidente, en una obra en construcción, se topa con la famosa espada Excalibur y descubriéndose como heredero del legendario Rey Arturo. Pero claro, esa herencia vendrá con un precio, que es el tener que enfrentarse a una encarnación del mal que viene aguardando por su regreso desde las épocas de los Caballeros de la Mesa Redonda. De ahí que vaya escalando una batalla entre opuestos, que se jugará tanto desde lo físico como desde lo dialéctico.

Hay un par de lecturas que hace Cornish de los mitos artúricos que son tan lógicas como inteligentes. La primera es tener bien en claro que Arturo era un líder y no un héroe solitario, o más bien, que el heroísmo que representaba era de tinte grupal, marcado por los valores antes que por los poderes. Por eso, Nacido para ser rey arranca como una historia individual, de alguien marginado y solitario, que no consigue lidiar con la ausencia de una figura paterna, para ir transformándose en un relato sobre un grupo de jóvenes descubriendo sus capacidades interiores y, principalmente, un compañerismo que nunca antes pensaron en compartir.

La segunda es entender que los valores, tradiciones y convenciones de las narraciones medievales, sus materialidades míticas y legendarias,  no deben seguirse al pie de la letra, sino que están para ser reinterpretadas y reelaboradas, porque cada historia depende del narrador y de quien la vive. La fidelidad, como bien capta Cornish, no implica repetición, sino conexiones éticas y morales. Eso es lo que también explica que las dosis de ironía sean muy puntuales y que estén en función de orientar todo para el lado de la diversión y el humor, como una forma de darle más dinamismo al relato, porque el realizador nunca subestima lo que está contando.

Debe tenerse en cuenta que Nacido para ser rey no es una maravilla y que el film tiene unas cuantas fallas, principalmente desde pasajes donde se remarcan en exceso algunos discursos y secuencias de acción puntuales donde los efectos especiales no terminan de amoldarse apropiadamente. Pero lo que se impone es la nobleza, la honestidad de una película con unos cuantos personajes atractivos, que reivindica el placer de las pequeñas grandes aventuras y de ese heroísmo que está dentro de todos nosotros, deseando salir a la luz. Al fin y al cabo, ¿quién no ha deseado ser un verdadero caballero, empuñar una espada, ponerse codo a codo con sus amigos e intentar salvar al mundo?

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