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De paseo a la muerte (1990)



EL AZAR Y LO ÉTICO

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

“Lo que importa es lo ético” repite varias veces Johnny Caspar, el temperamental y patético gángster que interpreta Jon Polito en De paseo a la muerte. En la primera escena, Caspar pide protección a Leo O’Bannion (el recientemente fallecido Albert Finney) para que se deshaga del reptil Bernie Bernbaum (John Turturro) en una secuencia que hace recordar de manera para nada inocente al potente arranque de El padrino y su “yo creo en América”. Los hermanos Coen inscriben así su gran obra maestra, casi veinte años después, como una suerte de corrección al romanticismo de la película de Francis Ford Coppola y en evidente sintonía con el espíritu más retorcido del film noir al que homenajean lejos del esteticismo estático. En De paseo a la muerte ya no hay tiempo para pactos de honor y aquello que parece serlo, resulta más una mueca del destino que otra cosa, como se lo deja en claro Tom Reagan (Gabriel Byrne) a Leo en el final. Y así los Coen empezaban a reflexionar en su tercer largometraje sobre un tema recurrente de su cine: el azar.

De paseo a la muerte sigue siendo, a veintinueve años de su estreno, una verdadera joya. Un film que más que una relectura del noir es un noir en toda regla, sin especulaciones filosóficas ni conceptualizaciones fatuas. Hay, sí, algo de humor lunático pero eso es más propio e innegociable del espíritu satírico de los guionistas y directores. En la película está la representación del poder a través de la sangre, las instituciones sumisas ante ese poder (el lugar de la política y la policía es de partenaire ridículo), los perdedores y antihéroes que se involucran en situaciones que los superan, las mujeres peligrosas y marginales, y la violencia como un estallido al que los Coen le aplican su dosis de creatividad visual. Y para que todos estos lugares del cine negro funcionen, la película cuenta con un trabajo fotográfico de Barry Sonnenfeld y musical de Carter Burwell que se inscribe en lo más bello del género. Pero De paseo a la muerte es importante, vista hoy, por un motivo especial: ya no se hacen películas como esta y ni siquiera los Coen tienen la habilidad como para volver a ese cine. Cuenta el anecdotario que mientras escribían el guión sufrieron un bloqueo creativo, y que de ese bloqueo salió Barton Fink, que es precisamente la historia de un guionista que sufre un bloque creativo. Barton Fink es uno de sus films más icónicos y representativos, y uno que motivó un quiebre dentro de su carrera. Aquella película con John Goodman y John Turturro, demasiado sostenida en cuestiones estéticas y en el peso de metáforas un poco obvias, representa todo lo contrario a De paseo a la muerte. Y sin embargo, fue un gran éxito contra el fracaso que representó este film de gángsters.

Como deja entrever Reagan hacia el final, el azar es algo curioso e inmanejable. Y no hay plan al que se pueda ceñir. Ese es el camino que emprende cuando los giros y las vueltas del relato lo van depositando en el bando contrario y jugando sucio con Caspar y sus secuaces. De paseo a la muerte es una recreación del cine del pasado menos pensada que ejercicios posteriores de los Coen como, por ejemplo, la pesada El hombre que nunca estuvo. Los directores nunca volvieron a este nivel, salvo excepciones como las de El gran Lebowski (aunque jugando en otro registro más virado a la comedia), Temple de acero o algunos episodios de La balada de Buster Scruggs. Como diría Caspar, lo que importa es la ética… del relato contra la corrupción que representa la frivolidad del autor y su exacerbación de gestos para la tribuna.

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