Por Mex Faliero
Se conoció la semana pasada que la sociedad que mantenían Will Ferrell y Adam McKay dejó de estar efectiva y que tal vez vuelvan a colaborar pero ya lejos del paraguas de Gary Sánchez Productions. Para que quede más claro: Gary Sanchez Productions es la compañía detrás de películas como Hermanastros, Policías de repuesto, Casa de mi padre, El reportero 2, The goods: live hard, sell hard; es decir, varias de las mejores comedias norteamericanas de este siglo. Para uno, amante de la comedia, es sin dudas una gran pérdida: la sociedad creativa entre Ferrell y McKay era de las más brillantes y si bien aseguran que seguirán colaborando, hay tras esta noticia una derrota simbólica y una verdad cruel que se impone: la comedia no da prestigio. Da cierto estatus, cierto reconocimiento popular, cierta notoriedad. Pero prestigio… no. Este año para Ferrell y McKay fue bien opuesto: mientras el primero era nominado al Razzie por la despareja (pero querible, es que son unos burros) Holmes & Watson, el otro gozaba la reputación de las nominaciones al Oscar por la muy buena El vicepresidente. McKay viene probando esas mieles: ya había dado el salto académico con La gran apuesta y también como productor de la serie de HBO Succession. Más allá de que McKay no perdió del todo el humor, y tanto El vicepresidente como La gran apuesta y Succession mantienen un tono satírico, lo cierto es que se observa en su movida un alejamiento de la comedia más pura por otra que se preocupe por los temas “importantes”, pero fundamentalmente por las forma que esos temas “importantes” requieren para ser reconocido en los premios. Ya lo veo a McKay cantando, como Brennan y Dale en Hermanastros, aquello del “Prestige Worldwide”. Por suerte, siempre nos quedará Will Ferrell.