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Spider-Man: un nuevo universo

Título original: Spider-Man: Into the Spider-Verse 
Origen: EE.UU.
Dirección: Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman 
Guión: Phil Lord, Rodney Rothman 
Voces: Shameik Moore, Jake Johnson, Hailee Steinfeld, Mahershala Ali, Brian Tyree Henry, Lily Tomlin, Luna Lauren Velez, Zoë Kravitz, John Mulaney, Kimiko Glenn, Nicolas Cage, Kathryn Hahn, Liev Schreiber, Chris Pine, Natalie Morales, Edwin H. Bravo, Oscar Isaac, Greta Lee, Stan Lee, Jorma Taccone, Joaquín Cosio, Marvin «Krondon» Jones III, Lake Bell   
Diseño de arte: Dean Gordon, Patrick O´Keefe 
Montaje: Robert Fisher Jr. 
Música: Daniel Pemberton
Duración: 117 minutos
Año: 2018


8 puntos


MÚLTIPLES IDENTIDADES

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Phil Lord y Christopher Miller ya habían demostrado que podían manipular y retorcer las formas y materialidades con un nivel de desparpajo llamativo, además de un ritmo tremendamente acelerado que nunca perdía consistencia. Ahí tenemos películas como La gran aventura Lego, Comando especial o Lluvia de hamburguesas como muestras cabales de que cualquier precepto o premisa está para deformarse e incluso quebrarse, que son métodos particulares de expansión y/o transformación. En Spider-Man: un nuevo universo sus roles, en la producción y el guión, pueden parecer un tanto secundarios –al fin y al cabo, no hay que quitarles méritos a la labor de los directores Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman-, pero sus miradas desviadas (en el mejor sentido posible) vuelven a hacerse presentes.

Lo que vemos en Spider-Man: un nuevo universo es una expansión y renovación, y no solo porque el Hombre Araña en el cual se hace foco no es Peter Parker sino Miles Morales, quien por una serie de circunstancias se convierte en el superhéroe arácnido de su realidad, cruzándose con otras cinco encarnaciones heroicas provenientes de diversas realidades. Es que el film utiliza la animación como un instrumento potenciador y disparador de todo tipo estéticas, en una combinación de superficies y tonalidades constantes. En las casi dos horas del relato pasa de todo, pero no como una mera acumulación de eventos, sino como una forma de exploración de un mundo que puede ofrecer toda clase de posibilidades, en las que la creatividad y el desborde son las únicas reglas que deben respetarse.

Un nuevo universo no viene a separarse de las anteriores entregas de Spider-Man: las referencias son constantes pero están en función de construir algo nuevo, que a la vez no tiene un solo rostro. El eje narrativo será Miles Morales pero cada personaje tiene su espacio y rol narrativo y estético, con lo que estamos ante una película que incorpora y manipula temas, argumentos y géneros: el crecimiento, la pérdida, las relaciones de pareja, los legados, lo femenino, lo noir, lo oriental, la comedia física, lo policial, la memoria, el sentido de pertenencia, lo grupal y lo individual conviven en una historia que es muchas historias. Las cinco dimensiones son la base creativa para un relato donde la identidad jamás es algo lineal o unívoco.

La apuesta de Un nuevo universo es el quiebre permanente de límites y reglas, pero enmarcado en el aprendizaje de las normas a las cuales romper. El acto de aprender es una de las claves de lo lúdico, porque primero tenemos que entender los códigos del juego para luego flexibilizarlos o introducir excepciones. Cuando se entiende el juego, se puede construir un estilo propio, distintivo e identificable. Y eso es lo que hace la película: aprender, entender, explorar, investigar, para luego proponer toda clase de caminos nuevos para su historia y enhebrar una identidad donde confluyen lo individual y grupal. Ante nuestros ojos, se va armando a sí misma como a un rompecabezas, pieza a pieza, trazo a trazo, personaje tras personaje, hasta hilvanar un colectivo armonioso.

De ahí que Un nuevo universo sea quizás el Spider-Man definitivo, el que todos queremos, o más bien, todas las encarnaciones e interpretaciones que podemos desear. Si el superhéroe arácnido siempre estuvo atravesado por los dilemas identitarios, de crecimiento y aprendizaje, Un nuevo universo viene a decirnos que ese aprendizaje no puede ser homogéneo y simple, que está marcado por lo heterogéneo y complejo, que puede ser divertido y triste a la vez, pero nunca ceremonioso o solemne. También  que las reglas están para aprenderse y luego cuestionarse, porque es desde el cuestionamiento a lo establecido que podemos construir un presente propio. Y que eso propio puede ser ilimitado, porque está en contacto con una otredad en constante expansión, lista para descubrirse ante nosotros y ampliar nuestros horizontes. De repente, cuando menos lo esperábamos, el mundo de los superhéroes se hace más grande y nos ofrece nuevas vías de disfrute. Que la animación sea ese vehículo es una noticia tan lógica como feliz.

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