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Río Rojo (1948)



HOWARD HAWKS Y SUS LECCIONES GENÉRICAS

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Hay muchas cosas bellas y fascinantes que surgen al analizar mínimamente el cine de Howard Hawks. Una de ellas es cómo a lo largo de su carrera pudo navegar por una multitud de géneros sin sentirse incómodo, con total fluidez, naturalidad y cariño por lo que estaba contando. Hawks podía narrar lo que sea y por eso su universo cinematográfico era amplio, generoso y abarcativo en sus temas, formas y sensibilidades, con lo que puede decirse que tuvo un tipo de influencia subterránea, no del todo explícita, en cineastas como Steven Spielberg, Francis Ford Coppola o Robert Zemeckis.

Río Rojo es posiblemente el film donde Hawks establece una mayor conexión con otro gigante como fue John Ford –otro director que podía hacer cualquier tipo de film sin despeinarse-, principalmente en su aprovechamiento del paisaje. En el western suelen ser muy importantes los planos generales y el trabajo con los espacios inmensos y casi inabarcables, aunque hay muchos relatos donde todo se resuelve en sitios específicos y demarcados. Acá no, acá el Oeste es un horizonte que siempre se está corriendo y la distancia cobra un sentido de plena tensión, que afecta de manera decisiva a los personajes.

Pero también Río Rojo es una lección de cómo utilizar el paisaje y su interacción con los personajes para delinear un conflicto pletórico en tonalidades y atmósferas genéricas: estamos frente a un western, pero también ante un drama familiar (notables John Wayne y Montgomery Clift en el duelo paterno-filial) que coquetea con lo trágico, un film romántico, una aventura hecha y derecha, y hasta una comedia. Es que aún en los momentos más oscuros y terribles, donde la violencia no solo se insinúa sino que finalmente estalla, Hawks siempre se permite una instancia para el humor. Es que Río Rojo es una película sobre el absurdo que caracteriza a determinadas obsesiones y comportamientos ególatras, sin dejar de resaltar lo que podían lograr las voluntades y convicciones de los sujetos.

En Río Rojo pasa de todo y hay espacio para todos, por lo que no solo es una historia de hombres enfrentados en una espiral de violencia y arbitrariedad, sino también de mujeres que reclaman sus propios lugares y que accionan en consecuencia. Desde ese lugar, la película refuerza su épica, su drama, su romance y su comedia, en un efecto de retroalimentación constante, que a la vez confirma la veta feminista que siempre caracterizó al cine de Hawks. Río Rojo es una historia de emprendedores, de deseos, lealtades, traiciones y revelaciones que hace de la progresión y el viaje un espectáculo avasallante. Y es un film que le habla a toda clase de espectadores y que construye un relato universal que interpela todo tipo de experiencias.

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