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El mundo según Wayne (1992)



LA TV ATACA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Los recursos de la comedia norteamericana de los 80’s comenzaban a agotarse: Steve Martin y Chevy Chase empezaban a mostrar sus límites, Bill Murray ya buscaba otros rumbos, aparecían los malos imitadores de los ZAZ y Mel Brooks era un vago recuerdo. Fue la televisión -otra vez- la que salió al rescate y ofreció nuevo material de la cantera del Saturday Night Live (SNL). Eso sí, sobre fines de la década del 80 la germinal Bill & Ted ya había sembrado las bases de un cine cómico adolescente estimulado por el humor y la libertad narrativa, alejándose del modelo de joven nostálgico impuesto por la factoría de John Hughes (y de la picaresca conserva de las Porky’s). Pero fue El mundo según Wayne, en 1992, la que vio las posibilidades realmente masivas de un tipo de comedia así, dejando en el camino los peligros del gueto y el cine de culto. Y lo de la televisión es incluso intertextual, por cuanto Mike Myers pensó a la televisión de cable como ese lugar estrafalario donde todo podía suceder y donde su personaje, Wayne Campbell, cumplía su sueño de fama efímera.

El mundo según Wayne había nacido en la tele, como sketch del SNL: ahí, Myers, satirizaba a esos programas de televisión regional que carecían de rigor y sustancia, pero se deshacían en buenas intenciones. A eso, le sumaba una suerte de enciclopedismo nerd del heavy metal (la presencia de la directora Penelope Spheeris en la película sería indispensable) y una velocidad arrolladora para pensar el humor a partir de conceptos culturales pero que no se agotaban en la mera referencia. En mucho, El mundo según Wayne se anticiparía a la cultura popular unas dos décadas: el fenómeno actual de youtubers e instagramers, de cualquiera pudiendo ser una celebridad y como respuesta a un status quo cultural, era sobre aquello que reflexionaba Myers con un nivel de premonición envidiable, salvo por el detalle de que pensó a la televisión como el medio de exposición (si bien algo de eso pasó a fines del siglo pasado, el detalle de vínculo generacional que produce Internet hoy es aún más impactante y voraz). Además, el prólogo de la película era una declaración de principios absoluta: los Wayne, los Garth, eran la otra cara de la sociedad exitosa que había imperado hasta entonces. El lumpenaje era la pesadilla zombie del capitalismo. Y eso se extiende al tipo de propuesta que la película representaba: muy pocos la entendieron por entonces y la descartaron como una pavada irrelevante. El mundo según Wayne es la mierda de la baja cultura.

Por suerte a El mundo según Wayne la pasan bastante por cable y eso permite observar no sólo que no ha envejecido (más allá de algunas referencias culturales de ese entonces, tal vez la peor herencia del humor televisivo traspolado al cine), sino que su humor sigue siendo moderno y vital: cuentan las anécdotas que los caprichos de Myers casi impiden que la película se realice y que su relación con Dana Carvey y con Spheeris era catastrófica, pero son precisamente esas vaguedades narrativas del actor (que luego explotarían en la gran trilogía de Austin Powers y que demuestran que lo suyo es autoral) las que le dan personalidad a la película y la convierten en un hito, en un elemento de quiebre. Esa ruptura de la cuarta pared constante, ese zigzagueo narrativo que parece dejar a la película a la deriva, esa hipérbole del humor de sketches, la mirada amable sobre loosers y borders, la improvisación como valor agregado, el absurdo constante de situaciones que parecen provenir del universo de los dibujos animados, la creación de onliners y latiguillos recordables, la vulgaridad inteligente y corrosiva, la irreverencia constante que la lleva a reírse hasta de su propia premisa (con la mejor secuencia de “chivos” mal puestos de la historia del cine) son la puesta en marcha de un mundo humorístico impar. El mundo según Wayne costó 20 millones de dólares y recaudó 138 millones, y fue el éxito más impensado durante 1992. Al año siguiente se estrenaría una segunda parte, que sería un fracaso descomunal: con un costo de 40 millones, sólo recaudó 48. Y no vamos a caer en la boutade de decir que era mejor que la primera, pero a decir verdad era un film que se animaba a llevar las cosas mucho más allá, si es que eso era posible. Tal vez fue incomprendida, pero fue el primer cachetazo recibido por Myers en su carrera, algo que se repetiría con El gurú del amor, otra comedia que merece revisión urgente.

Luego de El mundo según Wayne el camino es mucho más conocido: el puente entre la tele y el cine se ensancharía. Y aparecerían los Chris Farley, los Ben Stiller, los Adam Sandler, los Will Ferrell, las Tina Fey, los David Spade, y tantos más. Algunos tendrían éxito, otros fracasarían, pero las formas del humor cambiarían para siempre. Mike Myers es, tal vez, el verdadero autor maldito de este universo lunático.

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