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Fullmetal Alchemist

Título original: Hagane no renkinjutsushi
Origen: Japón
Dirección: Fumihiko Sori 
Guión: Fumihiko Sori y Takeshi Miyamoto, basado en el manga de Hiromu Arakawa 
Intérpretes: Ryôsuke Yamada, Tsubasa Honda, Dean Fujioka, Misako Renbutsu, Kanata Hongô, Natsuna, Fumiyo Kohinata, Jun Kunimura, Atom Mizuishi
Fotografía: Keiji Hashimoto
Montaje: Chieko Suzaki
Música: Reiji Kitasato 
Duración: 135 minutos
Año: 2017


4 puntos


FALTA QUÍMICA

Por Cristian Ariel Mangini

(@cristian_mangi)

Netflix estrena una nueva live-action, un campo donde parece dispuesto a profundizar tras la irregular adaptación de Death note. El resultado es un film que continúa en el mismo derrotero entre neblinas, preguntándose si debe hacer una adaptación que reinterprete elementos del material original (como Death Note) o capitalizar un cargado star system para hacer una adaptación a rajatabla, como la película que nos ocupa. En ambos casos no parece haber una perspectiva favorable.

¿Pero qué diablos es Fullmetal Alchemist? Vamos por partes, porque vale la pena. Se trata de un manga creado por Hiromu Arakawa que se serializó desde el 2001 al 2010. El éxito inmediato le garantizó dos series de anime: la primera es Fullmetal Alchemist, que fue del 2003 al 2004 y se bifurcó del material original debido a pedido expreso de su autora, que permitió al estudio Bones trabajar de forma independiente en los episodios más avanzados, dando un cierre completamente distinto del relato original. El segundo es Fullmetal Alchemist: Brotherhood, cuya animación estuvo a cargo del mismo estudio y fue emitido originalmente desde el 2009 al 2010. No solo la animación y el diseño de personajes es superior, sino que al estar asentado completamente en el manga original, la narración se nota más compacta y sólida, en particular en su último arco narrativo.

El relato cuenta la historia de dos hermanos cuya madre muere cuando son pequeños. Ambos son estudiantes de la alquimia, una de las ciencias más practicadas en el territorio ficcional de Amestris, cuya ley más importante (Ley del Intercambio Equivalente) define que no se puede obtener nada sin dar primero algo a cambio, por lo para crear hay que dar algo de igual valor en primera instancia. Los hermanos van a ponerse de acuerdo para realizar una práctica prohibida, la transmutación humana, con la finalidad de poder ver a su madre de vuelta, ateniéndose a las recetas secretas del intercambio. Sin embargo, las cosas no saldrán como esperaban y en el proceso Edward pierde su pierna en primera instancia y, cuando ve que su hermano Alphonse pierde completamente su cuerpo, decide tratar de rescatar su alma poniéndola en un objeto, una vieja y pesada armadura, perdiendo también un brazo en este proceso. El disparador de la serie es la búsqueda de la mítica piedra filosofal para por fin recuperar el cuerpo de Alphonse y tanto el brazo como la pierna de Edward, que son reemplazadas por partes mecánicas que actúan como prótesis. Así, los hermanos se embarcan en singulares aventuras que desnudan un complot de dimensiones globales con numerosos derramamientos de sangre, atravesando temas complejos como la hermandad, el amor, la mortalidad e incluso cuestiones como el genocidio y la revolución. Más allá de sus explosivas secuencias de combate, el relato tiene una gran madurez para afrontar temas complejos, sin perder vigor en su larga extensión gracias al colorido reparto de personajes.

Pero lo que nos ocupa es la live-action dirigida por Fumihiko Sori, que condensa y se toma su tiempo para desarrollar el primer arco narrativo de la serie (uno entiende que debería haber una secuela), ciñéndose con alguna reserva al material original y perdiendo en el proceso un desarrollo de personajes mejor delineado, diálogos con  más solvencia y el recorte de secuencias donde el guion no encuentra la forma de dosificar la compleja mitología de la obra de Arakawa. La elección de antagónicos como el de Shou Tucker (Yo Oizumi), cuyo peso narrativo en el film se extiende bastante más que en su breve pero intenso lugar en el material original, son elecciones que en lugar de darle más vigor al film terminan disolviendo la fuerza de este personaje. En el proceso, también se disuelven subtramas políticas que ayudarían a entender mejor los móviles de cada personaje y elementos que permanecen subterráneos y apenas mencionados al pasar, pero que resultan fundamentales para definir a personajes como el de Roy Mustang (Dean Fujioka), como la guerra de Ishval. Pero esencialmente, el relato no logra captar el interés desde sus personajes: todos los elementos de la compleja y rica mitología creada por Arakawa aparecen dispersos entre secuencias de acción vertiginosas y diálogos interminables que no alcanzan para sostener el film. El resultado es quimérico -¡ja!, hablando de alquimia- y soso, las dos horas le quedan extensas.

Por otro lado, la banda sonora es, siendo piadoso, genérica, tanto como la fotografía, que por momentos parece pulir la imagen tanto como para que creamos que se trate de un enorme comercial. En definitiva, esta adaptación de Fullmetal Alchemist es un paso mediocre sin nada demasiado interesante que destacar, salvo que traten de ver la serie animé en la que se basa.

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