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Death note

Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Adam Wingard
Guión: Charley Parlapanides, Vlas Parlapanides, Jeremy Slater, sobre el manga creado por Tsugumi Ôba y Takeshi Obata
Intérpretes: Nat Wolff, Lakeith Stanfield, Margaret Qualley, Shea Whigham, Willem Dafoe, Jason Liles, Paul Nakauchi, Jack Ettlinger, Matthew Kevin Anderson, Chris Britton, Timothy Lambert, Kwesi Ameyaw
Fotografía: David Tattersall
Montaje: Louis Cioffi
Música: Atticus Ross, Leopold Ross
Duración: 101 minutos
Año: 2017


6 puntos


CUESTIÓN DE RECORTES

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

El de Death note es definitivamente un caso extraño: al igual que films como La torre oscura o Ghost in the shell, se basa en una obra de culto, que por ahí no tiene una masividad absoluta, pero sí un grupo sólido de fanáticos, y aunque evidencia algunas de las autolimitaciones de esas dos adaptaciones, también exhibe elementos interesantes, que muestran a una película buscando trazar un camino propio y distintivo.

El film de Adam Wingard, basado en el manga de escrito por Tsugumi Ōba e ilustrado por Takeshi Obata, tiene un inicio desconcertante, no porque no se entienda lo que sucede, sino porque va a mil por hora. En unos pocos minutos, vemos cómo a un joven llamado Light (Nat Wolff) le cae de la nada un libro místico que tiene el poder de matar a cualquier persona cuyo nombre sea escrito en sus páginas; empieza a tomarle el gustito al asunto por más que no termine de confiar en Ryuk (Willem Dafoe), el dios de la muerte que le acercó el libro; y, junto con Mia (Margaret Qualley), la chica que ama, deciden lanzar una cruzada para limpiar de criminales al mundo usando como máscara a una especie de personaje mítico llamado Kira.

Recién cuando aparece en escena un famoso detective llamado L, que va tras la pista de Light, es cuando Death note pisa un poco el freno, aunque sigue avanzando vertiginosamente. Con el ritmo que le imprime a la narración, la película gana al mostrarse capaz de capturar la atención del espectador, pero pierde consistencia desde el armado de la estructura de la trama: a lo largo de casi todo el film, persiste la sensación de que hay una gran historia detrás, que no termina de aparecer y explotar. En el medio de esas contradicciones y puntos flacos, se nota una vocación en la puesta en escena de Wingard por apartarse de los productos pre-cocinados para las supuestas necesidades del mercado: desde la banda sonora (que combina temas como Abandoned streets, de Jordan F, con Take my breath away, de Berlin), pasando por la música incidental compuesta por Atticus y Leopold Ross, hasta una composición visual con encuadres inusuales en los que hay cierta pose cool, pero también aire fresco desde la construcción estética.

Aún con sus desniveles y recortes que le restan impacto, Death note traza un relato un tanto tétrico en su retrato de la inteligencia como una característica asociada al poder, pero a un poder manipulador, opresor y hasta destructivo, que hasta subvierte el amor hasta convertirlo en obsesión. De hecho, es difícil encontrar un personaje en toda la película que sea mínimamente simpático. El film no elude las decisiones miserables y hasta abraza su cierre trágico, que lo coloca en un lugar definitivamente incómodo.

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