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Abandonemos toda esperanza


Excelente


EL HOMBRE COMO VÍCTIMA DE LA SOCIEDAD

Por Mariana Jaqueline Ramirez

(@funcinemamdq)

Abandonemos toda esperanza es una comedia dramática dirigida por Alfredo Martín, adaptación de En Familia (1905), obra escrita por Florencio Sánchez. Dentro de la historia del teatro nacional, Sánchez se ubica en una disputa entre el naturalismo y el realismo. Esto conduce al individuo por dos caminos: por un lado, es víctima del medio, por el otro, las fallas políticas lo conducen a ser víctima de una sociedad injusta. Es decir, en el medio de la disputa se desprende un personaje atrapado por las fallas del sistema. Esto caracterizó el teatro de Sánchez, quien pretendió hacer del teatro una práctica social siguiendo los parámetros de su época.

Ahora bien, la actual puesta presenta a una familia en decadencia que refleja la crisis de una sociedad, que bien o mal, tiene ecos en nuestra sociedad actual, donde el dinero y las apariencias son lo único que importa y los medios para obtenerlas (mentiras, estafas, robos, prostitución) no tienen límites.

El conflicto se desprende del hundimiento que alcanzó el padre de la familia, Jorge, interpretado fantásticamente por Marcelo Bucossi. Este personaje fracasado llevó a la familia al abismo y la terminó por desmoralizar completamente. Puede afirmarse que Jorge ha intentado salir adelante muchas veces pero no pudo, despilfarró todo el dinero, no llega a cumplir con su rol de padre y encima se ha convertido en un parásito para su hijo. Ese hijo ejemplar es Damián (interpretado por Nicolás Barsoff, un joven talento), quien peca de ingenuidad, quiere salvar a todos reeducando a su propia familia, de modo tal que recuperen la honra perdida pero no logra nada, pues ya tiene su destino determinado de antemano. Él es acompañado por el resto de la familia: algunos funcionan como ayudantes pero no alcanzan para abrirle los ojos. Uno de sus principales ayudantes es su mujer Delfina, es un personaje externo a la casa familiar, es extremadamente observadora y aprovechará cada momento con Damián para desenmascarar a todos.

Entre los hermanos está Tomasito, el hijo menor que para variar sigue los pasos del padre; y Eduardo, quien pese a tener parlamentos claves donde intenta ventilar la situación real de cada uno, solo lo moviliza hacer respetar su pereza. Ambos son dos personajes inoperantes.

La casa familiar queda completada por las mujeres: la madre (lúcida interpretación de Julia Funari), un personaje ambiguo que encubre, pero también juzga los problemas de los que conforman el cuadro familiar y por esa razón pierde el respeto de todos, quedando completamente desmoralizada; y las hijas, quienes siguen los pasos de la madre, hablan mal entre ellas y viven derrochando dinero. Podemos decir que todos se valen de su inacción, sin interesarles recuperar la honra, con lo que al final nadie se redime. Tal es así, que el personaje de Damián, que está perseguido por el infortunio, termina perdiendo todo, moviéndose en una realidad estática, mientras los estafados (padres y hermanos) se reproducen al infinito, llegando al punto en que no importa la conciencia ni la dignidad.

La escenografía y el vestuario merecen una mención especial: ambos rubros son impecables y con sutiles detalles captan la esencia de la Buenos Aires de comienzo de siglo XX. En tanto, los actores no presenta fisuras: todos tienen un alto nivel expresivo (el ideal para este tipo de obras) y un gran trabajo interpretativo, exponeniendo de modo peculiar el sufrimiento que se irá agigantando a lo largo de la obra. Sin lugar a dudas, hay un gran trabajo en la puesta en escena y la dirección de Martín, quien en esta obra vuelve a convocar a varios de los actores que ya son recurrentes en sus puestas, hecho que deja al descubierto la solidez y el talento actoral de cada uno de ellos para afrontar nuevos desafíos.

Es notable la soltura con la que Martín se maneja con los autores nacionales. En esta versión respeta el original, manteniendo los ejes de humor e ironía, aunque incorpora elementos que permiten otorgarles una pizca de bondad a los personajes y embellecer la pieza. Su título resalta una crisis existencialista y da respuesta a cómo se resuelve el conflicto sin el restablecimiento de la armonía, en una sociedad en la que reina la injusticia, dejando al hombre en un lugar devastador.

Con Abandonemos toda esperanza se está en presencia de una versión que busca –hoy más que nunca- interpelar al público del teatro independiente actual de Buenos Aires, produciendo una reflexión sobre las fallas del sistema político-social.


Sobre textos de: Florencio Sánchez Versión: Alfredo Martín Intérpretes: Nicolás Barsoff, Julián Belleggia, Marcelo Bucossi, Cinthia Demarco, María Fernanda Iglesias, Mariano Falcón, Julia Funari, Luciana Procaccini, Gustavo Reverdito, Lorena Szekely Diseño del Espacio Escénico e Iluminación: Héctor Calmet Realización de Escenografía: Fernando Díaz, Analía Schiavino Vestuario: Jéssica Menéndez; Entrenamiento Corporal: Armando Schettini; Diseñador Gráfico: Gustavo Reverdito; Imagen y Video: Ignacio Verguilla Fotografía: Gabriel Oscar Pérez Asesoramiento Artístico: Marcelo Bucossi Asistente de Dirección: Laura Canteros Dirección y puesta en escena: Alfredo Martín Sala: Teatro Andamio ´90 (Paraná 660, CABA) – Domingos a las 20:00. Hasta el 24 de septiembre.

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