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Popstar: never stop never stopping

popstars1Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Akiva Schaffer, Jorma Taccone
Guión: Andy Samberg, Akiva Schaffer, Jorma Taccone
Intérpretes: Andy Samberg, Jorma Taccone, Akiva Schaffer, Sarah Silverman, Tim Meadows, Maya Rudolph, Joan Cusack, Imogen Poots, Chris Redd, Edgar Blackmon, James Buckley, Evan Fine, Max Jenkins, Elliott Smith
Fotografía: Brandon Trost
Montaje: Craig Alpert, Jamie Gross, Stacey Schroeder
Música: Matthew Compton
Duración: 87 minutos
Año: 2016


8 puntos


LA MUSICA COMO ARMA COMICA

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

13817028_965394150247900_1338902689_nNo es difícil ver en las parodias musicales realizadas por el grupo The Lonely Island -compuesto por Andy Samberg, Jorma Taccone y Akiva Schaffer- un trabajo muy aceitado y detallado sobre las superficies genéricas, el artificio y las apariencias. Y ese trabajo se ha trasladado a los diversos films, series y programas en que han participado desde el guión, la dirección y la actuación: películas como Vecinos cercanos del tercer tipo y Ese es mi hijo, la serie Brooklyn Nine-Nine y el programa Saturday Night Live, con sus altas y bajas, buscan permanentemente retorcer estructuras y convenciones para decir unas cuantas cosas sobre la sociedad, la cultura y el espectáculo.

Dentro de este panorama, Popstar: never stop never stopping funciona casi como resumen esencial de lo que pueden y quieren aportar Samberg, Taccone y Schaffer. El relato, planteado como una evidente parodia de la figura de Justin Bieber y el documental Justin Bieber: never say never, está construido como un mockumentary -es decir, un falso documental al estilo This is spinal tap– y sigue a una estrella pop llamada Conner (Samberg), que arrancó siendo parte del trío musical The Style Boyz para luego emprender una carrera solista, con el nombre de Conner4Real. El tipo parece estar destinado al éxito eterno y todos lo alaban, pero cuando su nuevo álbum no es recibido de la manera esperada y fracasa de forma rotunda, todo se va al demonio para el cantante. A partir de ahí, lo que se va hilvanando es una historia de caída y redención, de lucha contra los demonios internos, de recuperación de antiguos vínculos que estaban rotos, para arribar a una épica -y predecible- vuelta a la cumbre.

Claro que en el medio la película dirigida por Schaffer va trazando un panorama tan certero como brutal del mundo del espectáculo, donde todo es hiperbólico: los elogios desmedidos, las críticas despiadadas, los alcahuetes, los chimenteros -la sátira al noticiero TMZ con Will Arnett y Chelsea Peretti es hilarante-, los prejuicios, los divismos, las fiestas desaforadas, los fanatismos, y la lista sigue. Lo llamativo es que esa estructuración discursiva es de una solidez apabullante, porque es indudable que Samberg, Taccone y Schaffer saben de lo que están hablando, no tienen piedad con nadie, tiran palos para todos lados y encima, a pesar de haberse iniciado en el medio televisivo, conocen también las herramientas cinematográficas pertinentes para así desplegar una puesta en escena de gran verosimilitud. Todo es muy increíble pero a la vez sumamente creíble, y a eso contribuyen muy bien no sólo los cameos de gente como 50 Cent, Ringo Starr, Adam Levine y Mariah Carey, entre muchos otros; sino también una banda sonora estupenda, con temas con destino de culto como Karate guy, I’m so humble, Equal rights y Legalize it.

Pero Popstar: never stop never stopping no es sólo sátira, crítica y acidez: el fondo del asunto, el núcleo que sostiene al film, es una historia esencialmente de afecto y amistad, de recuperación de afectos y autosuperación en el mejor de los sentidos. Las criaturas que pueblan la película podrán ser infantiles, malcriados, incoherentes, incluso un poco hipócritas, pero también son gente necesitada de cariño y de compañía que los sostenga frente a los vaivenes de la fama. A lo que Popstar verdaderamente desprecia es a los perversos, a los que manipulan las creencias y pasiones de los demás. A su manera, The Lonely Island recupera para el cine (y el género musical) el espíritu de South Park, donde la crítica furiosa siempre ha ido de la mano de la ternura. Respecto a eso, el recital final es ejemplificador: un delirio total, tan gracioso como emocionante. Que el film haya sido un fracaso en su lanzamiento en cines a pesar de las buenas críticas, es una triste noticia.

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