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Fruitvale Station

fruitvale1Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: Ryan Coogler
Guión: Ryan Coogler
Intérpretes: Michael B. Jordan, Melonie Diaz, Octavia Spencer, Kevin Durand, Chad Michael Murray, Ahna O’Reilly, Ariana Neal, Keenan Coogler, Trestin George, Joey Oglesby, Michael James, Destiny Ekwueme, Bianca Rodriguez III
Fotografía: Rachel Morrison
Montaje: Claudia Castello, Michael P. Shawver
Música: Ludwig Göransson
Duración: 83 minutos
Año: 2013


8 puntos


Mostrar un (anti) héroe…y su tragedia

Por Rodrigo Seijas

(@fancinemamdq)

fruitvale2En todos los festivales siempre hay una película que se roba la mayoría de los comentarios, convirtiéndose en la estrella del evento. A veces, todo el run run que se genera alrededor de esos films es cuanto menos exagerado. Otras, se justifica plenamente. Fruitvale Station pertenece por suerte a la segunda vertiente -supo arrasar en numerosos festivales como el de Sundance, donde se llevó el Gran Premio del Jurado y el del Público- y significó el salto a la notoriedad de Ryan Coogler, quien luego dirigiría la muy buena Creed: corazón de campeón.

La operación que realiza Coogler en Fruitvale Station puede parecer simple -y de hecho, en parte lo es- pero va revelando sus complejidades a medida que se acumulan los minutos. Tomando como base un hecho real -el asesinato del joven afroamericano Oscar Grant a manos de la Policía de San Francisco durante un disturbio en una estación de tren en la noche de Año Nuevo del 2009-, el film va construyendo el retrato de un héroe, sus aliados y obstáculos. Claro que ese héroe es Grant, y ya desde el principio sabemos (gracias a que la primera escena es una grabación casera hecha con un celular del propio hecho verídico al cual se hace referencia) que su destino está pautado de antemano, con lo que asistimos a una estructura heroica con rasgos trágicos -con lo que se avala lo dicho por F. Scott Fitzgerald: “muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”-.

Pero Coogler es honesto con su protagonista y con los espectadores, y por eso en muchos aspectos Grant es casi un antihéroe: con apenas 22 años tiene una hija pequeña a la que cría como puede; la relación con su pareja se está recomponiendo de a poco, luego de que la engañara con otra mujer; hace no mucho estuvo en la cárcel y volver a insertarse en la sociedad le está costando bastante; perdió su trabajo en un supermercado por llegar tarde; y volver a vender drogas se le aparece como una chance tentadora. A la vez, se le nota que es alguien que quiere a su mujer y su hija, es leal con sus amigos, busca a toda costa ser un tipo recto y es consciente de sus errores como hijo, y la forma en que dañó a su madre en el pasado.

El día de Oscar que sigue Fruitvale Station lo va pintando como un exponente de esa clase trabajadora estadounidense que está en los márgenes y parece el material ideal para poblar las cárceles. Y el acierto de Coogler está en no remarcar eso, en mostrar las ambigüedades desde las acciones y los movimientos de Oscar, un personaje que siempre está escapando del destino obvio y buscando un horizonte ideal, utópico, dentro del sistema, aunque ese mismo sistema se empeñe en rechazarlo. Oscar, joven como es, no quiere detenerse nunca, va siempre para adelante, aunque tenga momentos muy puntuales donde su tiempo (y el tiempo en general) se detiene. La cámara jamás lo juzga y los encuadres, sumados a un par de travelings y planos secuencia -que el realizador terminaría de explotar en su ambición formal en Creed: corazón de campeón– le otorgan al personaje y las circunstancias que vive una categoría estética real, tangible, donde también juega un papel decisivo la performance de Michael B. Jordan -quien también adquirió estatuto de estrella a partir de este film-, que da lo justo y necesario para el papel. Coogler no es como Lee Daniels -que en Preciosa y El mayordomo demuestra que necesita filmar para que nos demos cuenta que las situaciones que atraviesan los personajes son feas- y por eso no necesita de bajadas de línea obvias para ser político desde su narración, para decir unas cuantas cosas sobre el estado social de su país.

Porque claro, Oscar es, a su manera, un héroe americano. Pero es América -esa concepción que tienen los estadounidenses de sí mismos, como un país que es un símbolo, que es por sí solo una representación de la amplitud del continente americano-, la que, desde sus cimientos institucionales, le impide cumplir con sus objetivos y lo termina matando. Fruitvale Station es una película sobre un país que busca, desea y dice necesitar héroes que no sean más que hombres comunes, pero que al mismo tiempo les niega toda chance de heroísmo y/o redención, convirtiéndose en el escenario de tragedias ya a esta altura corrientes y nada sorpresivas, pero que nunca dejan de ser dolorosas.

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