
Por Rodrigo Seijas
ATENCIÓN: SPOILERS
De hacerse cargo del lugar en el que se está, de la situación que se atraviesa, de las decisiones que se tomaron previamente para llegar a cierto punto. De eso se trató este capítulo de The walking dead, aunque pareciera que la sexta temporada de la serie todavía no ha seguido el camino de sus personajes y no termina de hacerse cargo de dónde está parada, girando un poco sobre sí misma, aunque sin llegar a los extremos de redundancia de Here´s not here.
No deja de ser raro cómo Now deja algunos cabos sueltos que bien le podrían haber aportado algo de tensión a la trama, como el escape de Rick. Vale recordar que en Thank you había quedado atrapado en una casa rodante, rodeado de zombies. ¿Cómo salió de tan difícil situación? Los guionistas no parecieron muy preocupados por contarlo. El episodio ni siquiera se preocupa por indagar en cómo podría haber reaccionado frente a todas las muertes causadas por los Lobos en JSS. Lo que sí se ocupa es de mostrar cómo por fin da el paso que faltaba para finalmente besarse con Jessie, aunque en el contexto esa secuencia no termina pesando.
Al mismo tiempo, hay varios personajes más tratando de ver dónde están parados, aunque nos importe más bien poco: uno de los hijos de Jessie no se anima a salir de su habitación mientras el otro se pelea con Carl a causa de Enid; Deanna sigue en shock por la muerte de su esposo y su hijo amaga con tomar la posta como un líder moral, aunque luego se revela como alguien aún más inmoral, y encima todo por una botella de whisky; y Denise, que ha pasado a ser la nueva doctora de Alexandria, debe lidiar con una responsabilidad que la sobrepasa y sólo con la ayuda de Tara consigue hacerlo. La sensación cabal que transmite toda esta enumeración de conflictos es que durante esta temporada, a pesar de los logros narrativos y climáticos de capítulos como First time again, JSS y Thank you, todavía no surgieron personajes nuevos realmente atrayentes –y eso que hubo unas cuantas incorporaciones-, con lo que se sigue dependiendo demasiado de lo que pueda aportar el núcleo duro de protagonistas.
Por eso se extraña mucho a Glenn, Daryl y el Sargento Ford, y en cierto modo no dejaron de ser un alivio las secuencias correspondientes a la búsqueda –o más bien, al intento de ella- que emprenden Maggie y Aaron –probablemente el único habitante de Alexandria con algo para decir desde su configuración dramática- para tratar de hallar a Glenn, aunque pronto deban retroceder, con la revelación –que cae un poco en saco roto- de que Maggie está embarazada. En esta subtrama es donde el episodio se acerca más al exterior salvaje e inseguro –por algo tiene esa terrorífica escena en unas cloacas donde aparecen zombies que parecen haber estado ahí por miles de años-, que es donde la serie siempre consiguió mayor complejidad, vigor y tensión. Cuando la narración se depositó en un lugar específico con cierta seguridad –la granja de los Greene, la prisión, ahora Alexandria-, es cuando la serie cayó en pozos climáticos y redundó en conflictos superficiales.
Se supone que en los capítulos siguientes, que cerrarán la primera mitad de la temporada, volverán a aparecer Glenn (si es que está vivo), Daryl y Ford, lo mismo que los Lobos, lo cual seguramente hará que Rick, Michonne y los otros protagonistas vuelvan a ser los de siempre. Es decir, reaparecerá el afuera, que por ahora ha quedado casi fuera de campo, con los zombies al pie de la muralla como único factor desestabilizador. Es tan cierto como previsible: a una serie como The walking dead no le hacen bien los encierros.