Soldado Universal – el juicio final

(@fancinemamdq)

Extraña y agradable sorpresa es Soldado Universal – el jucio final, y más si tenemos en cuenta la historia cinematográfica (es un decir) que la precede. La primera entrega de la saga, que data de 1992, era de esa época donde Roland Emmerich era un cineasta irrelevante en sus ideas, y por eso se mostraba incapaz de dar el salto del cine de acción de los ochenta a lo que se insinuaba en los noventa. La segunda, Soldado Universal 2: el regreso, era directamente un desastre, casi simpática de lo bizarra que era. La tercera, Soldado Universal: Regeneración, no conseguía ser más que un mero intento de revitalizar una franquicia en función del mercado hogareño.

Pero en Soldado Universal – el jucio final cambian bastante las reglas del juego y desde la mismísima escena de apertura, una subjetiva donde John (Scott Adkins) despierta de su soñada vida familiar a una pesadilla absoluta donde un grupo de asesinos encabezado por un sombrío -y totalmente pelado- Luc Deveraux (Jean-Claude Van Damme) asesina a su esposa e hija frente a él. Luego vuelve a despertar, pero de un coma, totalmente desconcertado, sin saber por qué recibió semejante paliza física y psicológica, pero con ansias de venganza. A partir de ahí, se inicia para John un camino particularmente oscuro y violento, en el que irá dándose cuenta que es un peón más dentro de un juego donde Deveraux, ahora con la ayuda de Andrew Scott (Dolph Lundgren), está armando un ejército de soldados con el cerebro lavado para enfrentarse a sus antiguos empleadores.

La película toma toda clase de referencias, sin molestarse en absoluto en ser obvia y explícita a la hora de hacerlo: hay elementos de El embajador del miedo, Apocalipsis now, La invasión de los usurpadores de cuerpos e incluso Chinatown, pero todo dispuesto con una saludable honestidad y en función de lo que se está contando. Soldado Universal – el jucio final utiliza esos clásicos como disparadores para crear algo propio, de la mano de un estilo seco y crudo -hay un par de secuencias de pelea y una persecución donde no sólo se entiende todo lo que sucede, sino que se logra una fisicidad poco habitual-, aprovechando de paso para decir cosas que no se habían podido decir en sus antecesoras. Si el guión original de la primera parte era muy crítico hacia la institución militar pero el contexto (el Ejército estadounidense estaba en la cima de su consideración luego del “éxito” de la Guerra del Golfo) obligó a hacer severos cambios, esta secuela se atreve a ser bastante despiadada con las agencias gubernamentales, en especial con la CIA.

El otro punto atractivo de Soldado Universal: día de reconocimiento tiene que ver con la confrontación de la antigua generación de estrellas del género de acción, representada por Van Damme y Lundgren, y la nueva, representada por Adkins. Aunque en realidad, cuando vemos a Deveraux convertido en un villano que se nota hasta demasiado que es como una actualización del Coronel Kurtz, inmerso en su propio corazón de las tinieblas, lo que se termina percibiendo es que en el fondo estamos ante un acto donde el objetivo es pasar la posta, donde una generación deja su lugar a la que viene.

Es cierto que Soldado Universal: día de reconocimiento se toma demasiado tiempo para contar su relato: hay por lo menos veinte minutos de más y se percibe un claro pozo narrativo dentro de la mitad, donde el film gira bastante sobre sí mismo. A la vez, la resolución termina siendo un tanto apresurada. Pero igual los méritos prevalecen en una película que resucita a una saga que parecía muerta, contraponiendo y uniendo a la vez a los viejos y nuevos guerreros.

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