Título original: Idem
Origen: EE.UU.
Dirección: David Twohy
Guión: David Twohy
Intérpretes: Vin Diesel, Jordi Mollà, Matt Nable, Katee Sackhoff, Dave Bautista, Bokeem Woodbine, Raoul Trujillo, Conrad Pla, Danny Blanco Hall, Noah Danby, Neil Napier
Fotografía: David Eggby
Montaje: Tracy Adams
Música: Graeme Revell
Duración: 119 minutos
Año: 2013
6 puntos
Pequeño western intergaláctico
Por Rodrigo Seijas
Creo que ya no es necesario explayarme mucho sobre qué pienso respecto a Vin Diesel. Ya me comí unos cuantos insultos por eso cuando escribí sobre Rápidos y furiosos 6. Basta con decir que me parece una estrella muy sobrevalorada. Pero aún así, Riddick es probablemente lo mejor que hizo en su carrera, lo cual, ojo, tampoco quiere decir que es una maravilla.
El problema de Diesel en la mayoría de los casos es que no es consciente de sus limitaciones como actor y cree que puede ser un sostén para productos con ambiciones temáticas (Misión Babylonia, Un hombre diferente) o que pretenden instaurarse como referentes en su género (Rápidos y furiosos, XxX). Y la verdad es que no, al tipo no le da, no sólo porque no posee la presencia de, por ejemplo, alguien como Arnold Schwarzenegger (vale la pena ver la fallidísima Una niñera a prueba de balas y compararla con Un detective en el kinder), sino porque sus ideas creativas (es alguien que interviene mucho en la producción de su filmografía) son tan pretenciosas como limitadas. Lo demostraba La batalla de Riddick, un film que tomaba elementos de mucha ciencia ficción literaria y cinematográfica de distintas décadas para tratar de montar algo original, pero que no pasaba del rejunte y terminaba en la intrascendencia absoluta.
Por suerte, con Riddick, Diesel (y su director/guionista David Twohy) parece darse cuenta de cuál es su piso y su techo, y también de su protagonista. Su Riddick no es un personaje para las grandes historias, no puede ser el héroe que salve a la humanidad, le da para salvarse a sí mismo y a un par de personas más, y eso no deja de ser importante. De ahí que este film descarte rápidamente toda la trama de su predecesora y se convierta casi inmediatamente en una especie de remake, con un poco más de recursos tecnológicos y un desarrollo de personajes bastante más pulido.
Tenemos entonces a Riddick traicionado y condenado a quedar viviendo en solitario en un planeta totalmente desierto. Los primeros minutos que describen esta situación son realmente muy buenos: casi sin palabras, apostando a los climas, mostrando las técnicas de supervivencia del protagonista y cómo entabla amistad con un animal autóctono que se convierte en su mascota personal, en una especie de versión interplanetaria de Náufrago. Luego, a Riddick no le quedará otra que irse del planeta y para eso activa un llamado de emergencia que convocará a un grupo de cazarrecompensas liderado por un mercenario llamado Santana (Jordi Mollá, totalmente desbordado) y otro capitaneado por alguien conectado con su pasado. Allí el relato mutará hacia el western, no sólo por el paisaje, sino también por la construcción de los personajes, definidos más por las acciones que por las palabras.
A pesar de que su historia es limitada y se le terminan notando unos veinte minutos de más, Riddick es una película coherente y apropiada para su protagonista, su actor principal y el público al que apunta. No rompe con ningún molde pero entrega lo que promete.