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Alfonsina y los hombres


Excelente


La que quiso vivir

Por Virginia Ceratto

alfonsinaNumerosos artistas han sido tentados por la impronta de la Storni, pero pocos han mordido el fruto tan felizmente -para el espectador, que es, en suma, el que celebra esa osadía- como Mariano Moro, dramaturgo y director de esta, su Alfonsina y los hombres.

Esta versión, su versión, elige lo que, tal vez por obvio, no se ve, o de lo que no se habla… Porque se sabe y argumenta sobre la Alfonsina feminista que se plantaba en el Tortoni con ese porte de fémina indomable ante sus colegas varones, se sabe que cometió la osadía de parir y criar soltera, se sabe, claro está, que fue poetisa. Se sabe, incluso, con algunos datos falsos que embellecen la realidad dura como la piedra que debe haber testimoniado su salto, que se suicidó en Mar del Plata.

Pero se soslaya la pasión. Porque Alfonsina Storni, al fin de cuentas, fue todo lo que enumero -que sí, que también- porque aceptó y se entregó a la pasión. A la pasión en el sentido etimológico del término: “lo que no se puede evitar”.  Algunos lo intentan (evitarlo), ella no.

Alfonsina se entregó al mar revuelto de la poesía y de los sentidos y nadó mar adentro aceptando la oquedad de las traiciones y la intemperie de los naufragios, cuando la verdad y el desamor te dejan tendida en la soledad de la orilla.

Alfonsina se vio sola en las ciudades cuadradas, se encontró sola dilapidando amor, se despertó sola con un vacío a su lado. Se tragó a oleadas todas las amarguras que puede deparar el mundo… y no dejó de buscar. Insistió, contra viento, y claro, contra marea.

Y en este punto, Moro, virtuoso en el arte de elegir una materia poética tumultuosa y exquisita, le añade un plus a su versión. Y en este juego especular y espiralado, donde cada curva supone un ascenso, elige para versionar  esa versión, a una actriz como Victoria Morèteau , una criatura en su mirada, blanca, nívea, de espumas, de nácar y vigorosa, pujante, encendida: Alfonsina. Como debió ser su alma.

Alfonsina, la que evoca la dulce fragancia de la dulce San Juan y la que celebra a Quiroga porque sabe que “más pudre el miedo que la muerte” y se anima a proclamar las bondades que tendrá “ese rayo a tiempo… y se acabó la feria”.

La Victoria/Alfonsina de Moro, desde la luz perlada de un cuerpo dócil y grato para la danza que amalgama con ese satén, el tul y los pétalos -maravillosos, exquisitos- , conmueve cuando implora, desgarra cuando canta y sacude cuando amonesta, a la vez que comparte ternura cuando danza su propia pena y la transforma en otra cosa, o no… en pura emoción.

Una obra que invita al territorio sagrado de la poesía y a la que es preciso llegar -y será inevitable irse- con el corazón abierto.

Imperdible.


Dramaturgia: Mariano Moro.
Dirección: Mariano Moro.
Intérprete: Victoria Moríteau.
Vestuario: Victoria Moríteau.
Iluminación: Claudio Alejandro Del Bianc .
Fotografía: Marcela Burlastegui, Alicia Camiletti.
Diseño gráfico: Marcela Burlastegui.
Producción ejecutiva: Sebastián Ezcurra.
Sala: El caldero (España 2031): viernes, sábados y domingos a las 21:00.

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