Título original: Chéri
Origen: Reino Unido, Francia, Alemania
Director: Stephen Frears
Reparto: Michelle Pfeiffer, Kathy Bates, Rupert Friend, Frances Tomelty, Tom Burke
Guión: Christopher Hampton
Fotografía: Darius Khondji
Montaje: Lucia Zucchetti
Música: Alexandre Desplat
Duración: 92
Año: 2009
5 puntos
Nada queda de aquella ligereza
Por Mex Faliero
Stephen Frears es un tipo que me cae bien. Ecléctico, ha transitado casi todos los géneros del cine con una única marca autoral: que no es formal, ni una virtuosa manera de narrar, sino, simplemente, un sentido del humor particular, cierta ironía, una mordacidad que tanto se puede aplicar a la Francia de siglos pasados de Relaciones peligrosas, al noir de Ambiciones prohibidas, a la comedia romántica de Alta fidelidad o al universo de la monarquía actual, como en La reina. Como verán -y hay mucho más- una carrera que ha sabido abrevar tanto en fuentes literarias como en materiales dispuestos para el cine, el talento de Frears es, también, el de la ligereza que se traduce en una mirada transversal del mundo. Algo de eso hay en Chéri, película que reiterándose en algunas temáticas comienza arriba y termina agotándose, pisándose la cola malamente.
En Chéri, además, el director británico pretende recuperar algo del pasado: es que aún contando con películas mejores en su haber, sigue siendo recordado por Relaciones peligrosas. Así que convoca nuevamente a Christopher Hampton en el guión (adaptando a Colette) y a Michelle Pfeiffer en el protagónico de una cortesana veterana, para refritar algunos de los temas que hace 20 años provocaron a corazones conservadores: mundos palaciegos, alta sociedad parisina, cortesanas de buena posición que quieren casar a sus hijos por arreglo, amores imposibles que terminan en tragedia. Con el material que había, y conociendo a quienes jugaban el juego, uno podía esperar un producto si no excelente, al menos digno. Pero la combinación de piezas no ha dado aquí nada interesante y lo único que se termina agradeciendo es que las cosas no hayan superado los 90 minutos.
Pfeiffer es Lea de Donval, una cortesana que supera los 50 y que se vincula con Chéri (Rupert Friend), hijo de su ex colega y amiga Madame Peloux (Kathy Bates). Si bien ese romance se estipula por un fin de semana, las cosas se extenderán por seis años. Y nacerá el romance, obviamente y por más que lo nieguen, que será interrumpido cuando la madre del joven organice un casamiento por encargo entre Chéri y una joven. Para ser justos, los primeros minutos del film parecen confirmar los pronósticos: diálogos mordaces y veloces, una exposición de cierta burguesía algo decadente y aburrida, y la ligereza habitual de Frears que parece encontrar, entre estos palacios y jardines, el tono justo para sus sátiras sociales en las que cuestiona fuertemente las estructuras. Aunque, y esto es lo interesante en Frears, su condición de británico no lo deje del todo ensañarse con ese mundo. Ese amor-odio hacia la realeza o la alta sociedad (evidente en La reina) es lo que complejiza sus relatos, tersos y claros expositivamente.
Sin embargo algo falla en Chéri, que va llevando lenta y progresivamente las cosas hacia ese territorio poco deseado del aburrimiento. Desde lo temático, el film hace algo imperdonable: en el prólogo nos anticipa de alguna manera lo que puede llegar a suceder. Si bien lo anticipatorio funciona en otras oportunidades, lo que agudiza la previsibilidad aquí es que el tránsito de estos amantes es por demás rutinario y poco interesante. De hecho, los mejores pasajes del film son aquellos que comparten Pfeiffer y Bates, compuestos de diálogos mordaces. Por lo demás, la diferencia de edad entre la pareja y la crisis de la cortesana ante lo que siente como un enamoramiento no se sale de lo convencional o, en todo caso, no encuentra una mejor forma de ser expresado. Y desde lo formal, exacerbando los ambientes y los lujos de esta París, Frears no logra salir de cierto empaquetamiento habitual del cine de qualité. Sobre todo en su segunda parte, Chéri se vuelve envarado, solemne, frío, como si Frears, Hampton y Pfeiffer hubieran descubierto que ese juego para el que se convocaron no era tan divertido.
Y uno que admira a Frears no puede sentirse más que decepcionado por una película que apenas cumple con su promesa de ser un bisturí de la París de comienzos del Siglo XX. Chéri no es de lo peor que se haya estrenado en el año -no da para ensañarse- y hasta puede que por momentos sea una buena película. Pero con los nombres involucrados, conformarse con esto, sería poco satisfactorio.