Los primeros palotes
Por Mex Faliero
Vamos a decirlo de entrada: Plumíferos, aventuras voladoras no es una buena película. Por momentos ni siquiera es una película. Es torpe narrativamente, carente de gracia por otros y además se mete en un terreno como el de la animación digital en el que ya no alcanza con las buenas intenciones. Si uno quiere contar una historia clásica, como ocurre aquí, tiene que apelar a un diseño atractivo y a una calidad que supere la media. En todo caso se puede recurrir a una estética revulsiva que esté marcada por la esencia de los personajes y de la historia: un ejemplo híper exitoso de animación fea pero que se lleva bien con su fondo es South Park.
Más allá de que se nos intente comprar con el argumento simpático de que el film fue realizado con software libre, que el villano se llame Puertas y sea parecido a Bill Gates, Plumíferos es fea y pobre conceptualmente. Es más, parece terminada a desgano o, simplemente, sin terminar. Increíblemente en la pantalla grande se ve pixelada y los personajes sobresalen del fondo, como superpuestos. Desde ese punto de vista el film le falta el respeto al público y, también, dice indirectamente que lo del software libre es una paparruchada. Gran defecto argentino: no hay acierto implícito en el gesto si no se lleva eso a una instancia superior.
En el film, el gorrión Juan quiere ser un pájaro especial, exótico, como para seducir a las chicas. Y eso lo logra cuando por un accidente queda todo pintarrajeado y puede cortejar con éxito a la canaria Feifi. Y es así como los errores en la animación digital se trasladan a la narración: los personajes hacen cosas que no se entienden y que no tienen justificación narrativa (la competencia en la que se inscribe Juan, por ejemplo), y para más cada paso parece dado en pos de la moraleja: aceptarse tal cual se es, más pequeño comentario ecológico. En el mundo de Plumíferos no hay mucho más que eso.
Hasta aquí todos los palos que podemos arrojarle a un producto deslucido, que se parece a un mal Dreamworks pero sin la calidad técnica. Historia de superación personal con animales antropomorfizados y personajes secundarios en plan comic relief, y una sumatoria de gags entre la cita pop y el slapstick mal elaborado.
Sin embargo hay algo que al menos dignifica un poco el trabajo de Daniel De Felippo: Plumíferos no es García Ferré, no es Dante Quinterno, ni siquiera se nutre de un material de base reconocido popularmente. Veamos cómo en el terreno de la animación nacional las cosas funcionan sólo si tenemos una referente anterior en la historieta: Manuelita, Patoruzito, Isidoro, Boogie. Salvo con las excepciones de Cóndor Crux o Mercano el marciano, se entiende el cine como una mercancía para seguir estirando el éxito de determinado personaje. Pero aquí hubo gente que se animó, al menos, a inventar un mundo, a pensarlo. Lo que salió, ya es otra cosa.
Y para más, al menos hay un par de trabajos vocales que sobresalen como los de Peto Menahem y Mike Amigorena, que demuestra en todo caso que con una buena historia hay material como para hacer algo más interesante. De hecho ambos personajes, el picaflor de Menahem y el gato de Amigorena, son construcciones con una mínima visión cinematográfica: los personajes no se parecen fisonómicamente a quienes les dan la voz, pero sí adquieren desde la personalidad rasgos de los actores que los interpretan. Estos mínimos aciertos la elevan un poco.
Esto que rescatamos no son grandes hallazgos, pero al menos marca un camino hacia otro tipo de historias y cuentos para el cine de animación nacional, que con mejor gusto, mayor cuidado en la producción y un poco más de originalidad y creatividad en el guión habilitaría a pensar que en la Argentina tenemos chances de un producto mínimanente respetable. Sí, a pesar de que tenemos excelentes humoristas gráficos y muy buenos animadores, todavía el cine animado nacional está en sus primeros palotes.
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