La película de Fernando Meirelles consigue apropiarse ficcionalmente de las personalidades de Bergoglio y Ratzinger para construir un choque de perspectivas que alimenta el duelo actoral entre Pryce y Hopkins.
Con el paso del tiempo, la búsqueda de verdad y justicia se convierten en los pilares de una mujer que seguirá luchando en una sociedad que la mira con indiferencia.