Aunque no es una obra muy personal y está relegada en la consideración de su filmografía, la segunda película de Martin Scorsese insinuaba algunos elementos muy propios del cineasta.
Robert Aldrich supo armar un relato bélico donde la violencia estaba lejos de lo paródico, que releía ciertas tradiciones y anticipaba nuevas corrientes dentro del género.
Tenía 84 años y padecía Alzheimer. Además de ser habitual en las películas del padre del indie norteamericano participó en varias películas de Wes Anderson.