Sydney Sweeney le pone el cuerpo, en casi todo sentido, a un film de terror que, por más que tiene una primera mitad bastante decente, termina solo apelando a golpes de efecto bastante huecos.
Luego de una primera hora notable, la película de Arkasha Stevenson cae en todos los lugares comunes del terror del presente y nos evita la gran película que prometía.