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La garra de hierro

Título original: The Iron Claw
Origen: EE.UU. / Inglaterra
Dirección: Sean Durkin
Guión: Sean Durkin
Intérpretes: Holt McCallany, Maura Tierney, Valentine Newcomer, Zac Efron, Harris Dickinson, Scott Innes, Chavo Guerrero Jr., Garrett Hammond, Lily James, Kevin Anton, Jeremy Allen White
Fotografía: Mátyás Erdély
Montaje: Matthew Hannam
Música: Richard Reed Parry
Duración: 132 minutos
Año: 2024


8 puntos


DIOS, PADRE Y FAMILIA

Por Marcos Ojea

(@OjeaMarcos)

Inspirada en la vida trágica de la familia Von Erich, La garra de hierro es un nuevo ejemplo de lo que mejor sabe hacer el cine norteamericano: el drama deportivo. Podríamos decir que, después del western, las películas sobre deportistas constituyen el género a través del cual Estados Unidos ha logrado destilar mejor su esencia e identidad. Al menos, la manera en que se auto perciben estas cuestiones, con ribetes mitológicos de superación y heroísmo. Como dijo alguien, la épica deportiva quizás sea el último baluarte del cine de Hollywood, ese lugar donde las cosas por lo general funcionan y las emociones suelen estar aseguradas. En el caso que nos convoca, la historia real que sirve de base es tan terrible que, si fuera una invención, uno diría que no es verosímil, que se pasa de rosca. Pero no. Durante la década de los 80, los hermanos Von Erich, jóvenes estrellas de la lucha libre, fueron encontrando su final en la forma de enfermedades o suicidios. El rumor, instalado por la gente, pero alimentado por ellos mismos, era que los perseguía una maldición. De los seis (cinco en la película) solo quedó Kevin, que es quien toma el centro de la película, interpretado por un enorme (tanto en tamaño como en talento) Zac Efron.

En realidad, Von Erich era un apellido artístico. Jack Barton Adkisson, el patriarca de la familia, lo utilizó para crear a su personaje en sus épocas de luchador. Este padre terrible, en la piel de Holt McCallany, es la sombra constante que se proyecta sobre la vida de sus hijos. Obedecerlo parece ser el mandato que no se puede desafiar; hacer que se sienta orgulloso, el fin último al que todos se entregan con devoción. Una situación muy de hombres (estamos en Texas, en los ochentas), donde se entreveran el orgullo con el deber. Dios, padre y familia. Kevin busca ayuda en su madre (Maura Tierney), para que su padre no sea tan duro con Mike (Stanley Simons), el hermano menos apto para la lucha, y sólo obtiene un “arréglenlo entre ustedes”. Ese relato de la masculinidad, y de los hombres hechos a sí mismos, es lo que define a Jack, y lo que intenta inculcarles a sus hijos, a expensas de lo pueda pasarles. Ojo con no triunfar, y ojo también con llorar, ya sea en la derrota o, menos que menos, en la muerte de uno de tus hermanos. Un personaje detestable, algo así como un villano más por defecto que por intenciones, al que McCallany compone con un registro magistral.

Producto directo de esa crianza, Kevin funciona como un niño que no terminó de crecer, aunque su edad y sus músculos digan lo contrario. Que Efron es un actor buenísimo no es novedad, aunque pareciera serlo para muchos que siguen pensando en High School Musical. O para aquellos que todavía consideran que la comedia no mide la talla de un intérprete, pero no estamos acá para pelear. Ese adulto inmaduro y galán que Zac compuso en más de una gran comedia (Buenos vecinos, Mi abuelo es un peligro) podría verse como el reverso feliz del Kevin que personifica acá. Un tipo atractivo que no sabe serlo, una criatura a la que las circunstancias van dejando en un lugar de perpetua inocencia. Si con el Zac Efron cómico empatizamos porque es buen tipo y nos reímos con él, con su versión dramática sufrimos y empatizamos aún más. Aunque los premios no parecen haberse interesado demasiado, este es el tipo de actuación que merece atención. Un trabajo calibrado y conmovedor, lejos de los esperables desbordes para la platea.

Si hasta acá hablamos más de vínculos familiares que de deportes, es porque La garra de hierro es, en su devenir, la crónica de una tragedia. Pero claro, el contexto de la lucha libre, su condición de espectáculo, también importa, e incluso moldea las actitudes de algunos personajes. La aceptación del público es lo que hace que, en determinado momento, un hermano brille más que otro. Si bien Kevin tiene sobradas condiciones, no tiene el carisma de David (Harris Dickinson) o la rebeldía de Kerry (Jeremy Allen White). En conjunto con la entrega física de los actores, el director y guionista Sean Durkin filma las secuencias de combate (pautado, ficcionalizado, pero combate al fin) con la destreza necesaria para que impacten, aunque no sean el centro. Sí, quizás se le pueda objetar que la fama mundial de los Von Erich no llega a ser del todo representada (tal vez porque los conflictos verdaderos ocurren en la intimidad), pero lo cierto es que La garra de hierro es un drama notable, adulto, de esos que se hacían antes. No se dejen engañar por la paleta de colores vintage: estamos frente a un caso ejemplar de auténtico cine americano, continuador de un legado. Hollywood clásico, deportivo, del bueno.


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