Título original: Rebel Moon – Part Two: The Scargiver
Origen: EE.UU.
Dirección: Zack Snyder
Guión: Zack Snyder, Kurt Johnstad, Shay Hatten
Intérpretes: Sofia Boutella, Djimon Hounsou, Ed Skrein, Michiel Huisman, Bae Doona, Ray Fisher, Anthony Hopkins, Staz Nair, Fra Fee, Cleopatra Coleman, Stuart Martin, Ingvar Sigurdsson, Alfonso Herrera, Cary Elwes, Rhian Rees, Sky Yang, Stella Grace Fitzgerald
Fotografía: Zack Snyder
Montaje: Dody Dorn
Música: Tom Holkenborg
Duración: 122 minutos
Año: 2024
Plataforma: Netflix
3 puntos
MALDITO SNYDERVERSE
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Y llegó la segunda parte de Rebel Moon, titulada La guerrera que deja marcas, y no se pregunta para qué. Para qué tanta pompa, tanto dinero derrochado por Netflix, tanto tiempo dedicado a una historia finalmente ínfima en casi todo sentido. Y por qué. Por qué Zack Snyder continúa siendo un realizador de cierta relevancia en Hollywood, por qué nos seguimos autocastigando con esta clase de productos, por qué se sigue llamando cine a estos “eventos” donde lo cinematográfico luce anulado.
La primera parte de Rebel Moon, llamada La niña del fuego, era una introducción estiradísima y cansadora, que solo podía cobrar algo de sentido en función de lo que podía venir después. Llamativamente -o no tanto, teniendo en cuenta el clima de época-, en esta segunda entrega pasa algo similar: lo supuestamente “bueno” queda para después, porque Snyder pretende -luego de la fallida experiencia con DC y la imposibilidad de trabajar en el mundo de Star Wars– tener finalmente su Snyderse. Un universo donde todo es grandote, oscuro, sucio y en cámara lenta, con buenos trágicos que siempre deben dejar en claro que en el fondo, a pesar de algunas actitudes jodidas, son, efectivamente, buenos, y malos muy ocupados en remarcar que siempre van a ser malos. Y donde todo es pomposo, solemne, sin humor, largo y aburrido.
Se suponía que Rebel Moon – Parte 2: la guerrera que deja marcas solo tenía que contar el enfrentamiento definitivo de la pequeña colonia rural y los guerreros reclutados previamente, contra el contingente militar de Mundo Madre. Y lo hace, aunque a Snyder le toma casi una hora llegar a esa instancia. Antes hay que soportar pasajes que se pretenden originales, aunque repiten todos los lugares comunes posibles y varios diálogos impostadísimos. Hay una secuencia en particular donde se acumulan cuatro flashbacks seguidos y se vuelve insufrible en su explicación didáctica de desgracias, llevando a preguntarnos si Snyder tiene aunque sea conocimientos mínimos como narrador. En la segunda mitad viene, efectivamente, la gran batalla, que defrauda por partida doble: no solo porque escasean los momentos impactantes -hay incluso un extenso tramo en cámara lenta sin sentido narrativo o estético-, sino también por la arbitrariedad de muchas decisiones en el relato. Por caso, el giro aplicado con el robot con voz de Anthony Hopkins es, además de previsible, un poco canallesco si se lo piensa mínimamente. Y lo cierto es que hay bastante tiempo para pensar, porque ningún personaje (ni siquiera la protagonista principal interpretada por Sofia Boutella, con su pasado traumático y su presente marcado por el miedo a la pérdida) es capaz de generar un mínimo de empatía. El mundo que nos muestra la pantalla no es en verdad un mundo: no hay vida en él, porque todo son palabras, ruido e imágenes desconectadas entre sí.
Oh sorpresa, en los minutos finales de Rebel Moon – Parte 2: la guerrera que deja marcas nos dejan en claro que bueno, quizás esta segunda y última parte no es tan última. De hecho, Snyder estuvo muy ocupado informando que piensa en una saga de hasta seis películas, dependiendo de la respuesta del público. Y ahí es donde nos preguntamos cómo. Cómo demonios bancaremos cuatro entregas más de este incipiente, pero ya tedioso y agotador Snyderse.
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