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A pleno sol (1960)



EL PERFECTO CRIMINAL

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Hoy que Ripley volvió a las andadas en la notable adaptación de Steven Zaillian para Netflix, es bueno recordar siempre que el universo literario de Patricia Highsmith es una fuente sólida, no sólo por la calidad de su obra sino porque su mirada es notablemente cinematográfica: el mundo que retrataba la escritora en El talentoso Sr. Ripley era decididamente visual, como que cada espacio que habitaban los personajes se podía definir a través de sus colores, en una paleta atravesada por el mar y el sol del Mediterráneo, algo que por cierto se transmite extrañamente en la serie de Zaillian, que eligió el blanco y negro para contar esta historia. Sin embargo, en la adaptación de la novela que estrenó René Clément 1960 se entiende perfectamente esto a través de la fotografía de Henri Decaë, uno de los padres del polar francés, con trabajos como los de El círculo rojo o El samurái. En el film de Clément se pasean Alain Delon, Maurice Ronet y Marie Laforet bajo un sol que tiñe todo de un anaranjado espectacular, como contradiciendo las reglas cromáticas escritas décadas antes por el policial negro. Un poco como Tom Ripley, que bajo una sonrisa cómplice esconde un asesino impiadoso. Sobre esa ambigüedad, y otras, trabaja A pleno sol.

Tom Ripley es un personaje fascinante y la actuación de Delon, en su primer gran protagónico, es gloriosa. Desde su rostro angelical se edifica la figura de ese personaje sumamente extraño que es un criminal a su pesar (o tal vez no tanto), que parece mezclar lo impulsivo con lo cerebral y que se hace inexpugnable en las decisiones que va tomando: en lo suyo hay tanto azar como cálculo, en un ida y vuelta que no sigue ninguna lógica. Ripley va analizando a cada paso la forma de continuar su escalada de mentiras, que es a la vez una lectura social acerca de un marginado que desea eso que a otros parece no importarles demasiado en su hedonismo. Ese parece ser, más allá del deseo y la simulación (aunque Clément explore muy levemente la sexualidad del protagonista), el conflicto que entabla interiormente Tom con Dickie Greenleaf. Desde la ambigüedad que lo constituye, Highsmith construyó el criminal perfecto, uno al que encima queremos que le salgan las cosas bien como cuando mata al pobre Freddy Miles interpretado por Billy Kearns y quiere ocultar su cadáver, en una secuencia que recuerda a una de La mujer del cuadro de Fritz Lang.

En ese terreno de la simulación, es interesante pensar que Clément estrenaba A pleno sol en un momento donde el cine francés estaba en estado de ebullición con la aparición de varios nombres que romperían con las formas tradicionales. De hecho, su nombre, que es importante dentro de la historia del cine galo, quedó bastante relegado detrás de aquellos que integraron la Nouvelle Vague. A pleno sol es un thriller clásico en algún sentido, con una mezcla de elementos que la vuelven menos llana: ahí tenemos la larga secuencia en la que Ripley recorre un mercado callejero y el registro se vuelve casi documental. Clément era a esa altura un director con gran oficio, que sabía todos los trucos y contaba con lo mejor de la industria del cine del momento (como que la música es de un tal Nino Rota), pero que tenía todavía trucos bajo la manga como lo demuestra en este notable thriller. Empezar la historia donde la empieza, con el vínculo entre Ripley y Dickie ya iniciado termina siendo una gran decisión. Podemos discutirle el final, sumamente moralista -algo que a Highsmith tampoco le gustó-, pero sería agarrarnos de algo mínimo y no apreciar las bondades de una película casi perfecta.

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