Título original: Lift
Origen: EE.UU.
Dirección: F. Gary Gray
Guión: Daniel Kunka
Intérpretes: Kevin Hart, Gugu Mbatha-Raw, Sam Worthington, Vincent D´Onofrio, Úrsula Corberó, Billy Magnussen, Yun Jee Kim, Viveik Kalra, Jean Reno, Jacob Batalon, Burn Gorman, Paul Anderson, David Proud, Oli Green, Ross Anderson, Stefano Skalkotos, Martina Avogadri, Jess Liaudin, Caroline Loncq
Fotografía: Bernhard Jasper
Montaje: William Yeh
Música: Dominic Lewis, Guillaume Roussel
Duración: 107 minutos
Año: 2024
Plataforma: Netflix
4 puntos
LOS ROBOS REQUIEREN DE MÁS GANAS
Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Es cierto que, teniendo en cuenta que sus películas más recientes fueron Rápidos y furiosos 8 y Hombres de Negro: Internacional, no se podía esperar mucho de un nuevo film de F. Gary Gray. Pero también es cierto que este realizador había hecho La estafa maestra, una de robos ingeniosos que funcionaba bastante bien y que tenía un par de persecuciones plagadas de inventiva, además de un elenco repleto de figuras donde el único que estaba mal -como casi siempre- era Edward Norton. Aunque claro, ese pequeño hito fue hace más de veinte años y Lift: un robo de primera clase nos confirma que Gray hace rato que se olvidó de cómo narrar e incluso de cómo replicar las fórmulas que él mismo supo aplicar.
En esta película de Netflix tenemos una de esas premisas disparatadas, pero que podrían ser rendidoras: hay un grupo de expertos ladrones de arte liderados por un tal Cyrus (Kevin Hart) que, tras ser descubiertos por una agente de la Interpol (Gugu Mbatha-Raw), son obligados a trabajar para la agencia en un robo de lingotes de oro por valor de 500 millones de dólares. Y hay dos problemas adicionales: ese oro pertenece a un despiadado jefe criminal (Jean Reno) y va a ser transportado en un avión comercial, por lo que el hurto tiene que ser realizado en pleno vuelo. Además de los nombres mencionados previamente, hay un elenco integrado por figuras Sam Worthington, Vincent D´Onofrio, Úrsula Corberó, Billy Magnussen y varios más, y un nivel de producción considerable. Es decir, había a priori algunos elementos con los que sacar un entretenimiento decente.
Pero claro, el subgénero de robos y estafas requiere de precisión en la puesta escena, dinamismo en el manejo de los tiempos, entendimiento del rol que juega cada uno de los personajes y hasta vocación por la diversión, para desde ahí lograr un equilibrio entre la tensión y la comedia. Nada de eso aparece en Lift: un robo de primera clase, que parece creer que, con el disparador inicial, más el despliegue de estrellas y el presupuesto alcanza y sobra. En cambio, lo que queda es un relato que -valga la metáfora obvia- nunca despega, en el que los hechos se van sucediendo de forma cansina y lo ingenioso no va más allá de la pose, de la mano de un cancherismo barato. Ahí tenemos entonces a Hart queriendo dárselas de líder que se las sabe todas y fallando por completo (quizás, al menos por ahora, no le da para esta clase de protagónicos); una subtrama romántica entre Cyrus y la agente encarnada por Mbatha-Raw que es solo diálogos y nada de química; y hasta el despropósito de que nos preguntemos si el personaje interpretado por D´Onofrio está para algo realmente útil, o solo como relleno.
En Lift: un robo de primera clase todo luce extremadamente rutinario y hasta sin ganas: desde las actuaciones hasta los efectos especiales, pasando por los giros de la trama, las secuencias supuestamente decisivas y hasta algunos diálogos donde se intenta que el espectador empatice con los dilemas que atraviesan los protagonistas. Y eso tiene como consecuencia algo que es imperdonable para cualquier clase de film, pero más aún para uno de robos, que es el aburrimiento. Nunca nos importa mínimamente lo que pasa en una película a la que, a pesar del gigantismo en su despliegue, le queda muy grande el subgénero en el que se inscribe.
Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente: