Título original: Mothers’ Instinct
Origen: EE.UU.
Dirección: Benoît Delhomme
Guión: Sarah Conradt-Kroehler, basada en la novela de Barbara Abel
Intérpretes: Anne Hathaway, Jessica Chastain, Josh Charles, Anders Danielsen Lie, Caroline Lagerfelt, Baylen D. Bielitz, Eamon Patrick O’Connell
Fotografía: Benoît Delhomme
Montaje: Juliette Welfling
Música: Anne Nikitin
Duración: 94 minutos
Año: 2024
3 puntos
APARIENCIAS Y NADA MÁS
Por Patricio Beltrami
NdR: este texto tiene spoilers.
Basada en libro homónimo de Barbara Abel (2002), remake de la belga Duelles (2018), Instinto maternal pretende ser un thriller psicológico con aires hitchcokianos. Con la excusa de una tragedia familiar, se indaga sobre la maternidad, el deseo, la pérdida y sus consecuencias en la salud mental a partir de dos protagonistas que son más distintas de lo que parecen. Sin embargo, la película termina siendo pura premisa edificada en un prolijo diseño de producción que no aporta nada en relación a la pretenciosa búsqueda narrativa.
Ambientada a comienzos de la década de 1960, Instinto maternal presenta a dos familias modelo de clase media acomodada con una idílica vida en los suburbios. Matrimonios amigos y vecinos, crían a sus hijos únicos sin mayores preocupaciones y celebran y ostentan su felicidad con fiestas y bailes. Sin embargo, el sueño americano se rompe a la mañana siguiente, cuando uno de los niños muere en un terrible accidente doméstico. Su madre le carga la culpa a su amiga, quien a pesar de haber observado la peligrosa secuencia no pudo hacer nada para impedir el trágico desenlace.
Ya en los primeros diez minutos, Instinto maternal pone explícitamente las cartas sobre la mesa, ya que se mencionan cuáles son los problemas, traumas, miedos e inseguridades de cada familia. Por ese motivo, no hace falta esperar a la escena en cuestión para saber cuál será la primera víctima de la historia. Posteriormente, la película amaga en convertirse en un drama familiar sobre la pérdida y la culpa, con un grupo de amigos separados por la tragedia que no encuentran un rumbo en la vida después de la desdicha. Sin embargo, súbitamente la historia gira hacia el thriller psicológico a partir de una serie de acciones y decisiones que acrecientan la distancia entre las familias. De repente, la culpa se convierte miedo y desconfianza.
En ese sentido, Instinto maternal se convierte en un juego de apariencias y mentiras a partir de la manipulación que se desarrolla en dos sentidos. En pantalla, la villana despliega un elaborado plan para desestabilizar y, luego, eliminar a todas las personas que se interpongan en su camino. En este caso, se revela la presencia de una psicópata, una mente criminal que se construye de la noche a la mañana. Puede ser que algo se rompa dentro de una persona y, por eso, que todo cambie para siempre, pero en este caso difícilmente se justifique no sólo el cinismo y la brutalidad de ciertas acciones sino también el complejo diseño de su plan. En el último acto, tras haber exhibido la mecánica mortal de la villana, se vira hacia una violencia física fuera del tono, cruel, desprolija e innecesaria.
Asimismo, el guion de Sarah Conradt-Kroehler permite que la villana se salga con la suya, debido a que nunca dispone de ciertas herramientas para darle una mayor verosimilitud y riqueza al relato. En ese orden, la presencia de un policía, un detective o un periodista podría haberle dado mayor vuelo a la historia como thriller, desplegando la incorporación de un agente externo para complicar los planes de la villana. Además, ¿ocurren cinco muertes en dos casas vecinas y a nadie le parece mínimamente sospechoso? Sin embargo, Conradt-Kroehler dispuso el juego de apariencias y manipulación desde los presuntos problemas de salud mental, mientras que Benoît Delhomme se mostró más preocupado en diseñar los vacíos e insustanciales ambientes domésticos que albergaron el horror en detrimento de construir intriga, conflictos y personajes.
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