Por Patricio Beltrami
NdR: Este artículo contiene spoilers.
Durante los últimos años, la denominación “El producto” se volvió extremadamente popular entre los usuarios de redes sociales para referirse de manera sarcástica a las descuidadas transmisiones del devaluado y mal organizado campeonato de fútbol de primera división. En ese sentido, las arbitrarias decisiones que diariamente toma la conducción de la AFA no sólo repercuten negativamente en la calidad del espectáculo deportivo, sino que la suma de desprolijidades acentúa el desprecio de la audiencia, incluso del público objetivo, sobre el producto. Salvando las distancias, una crisis similar aqueja desde hace varios años a las producciones de superhéroes, aunque los estudios insistan en repartir las culpas entre el público, los creativos y/o las necesidades financieras.
Lógicamente, se descarta la posibilidad de realizar un repaso histórico sobre este fenómeno, ya que el tema tiene potencial para una enorme extensión. Sin embargo, desde 2020 hasta la actualidad ha aumentado el número de decisiones cuestionables que han afectado a un subgénero que se encontraba en el auge de su popularidad en la previa a la pandemia. Para no cargar las tintas sobre Disney y Warner Bros. Discovery, la última decisión cuestionable afectó a la segunda temporada de Invincible: separar la segunda temporada en dos tandas de cuatro capítulos. Pueden alegar que es una estrategia de estreno o, incluso, que se trata de una consecuencia derivada del paro de actores y guionistas, pero queda en evidencia que principalmente buscan exprimir el éxito de la serie. De hecho, semanas antes del lanzamiento de la segunda temporada habían estrenado una presentación especial Invincible: Atom Eve, que funciona perfectamente como preludio de la continuidad para la serie animada. Además, no existe justificación narrativa que amerite la división de la temporada.
Por su parte, DC Studios pareciera encaminarse hacia un futuro prometedor, evidentemente más armonioso que el tumultuoso pasado reciente del estudio. Más allá de la inestabilidad en la conducción del conglomerado y los vaivenes sobre el devenir del Universo Extendido DC (DCEU), la asunción de David Zaslav al frente de Warner Bros. Discovery fue clave para la restructuración de la narrativa audiovisual, aunque algunas medidas resultaron impopulares y algo violentas. En ese orden, la cancelación de Batgirl por motivos financieros representa la decisión más controversial sobre los productos de DC. En tanto, el costado negativo de la gestión de James Gunn y Peter Safran es el desinterés que han demostrado frente a las películas del DCEU estrenadas a lo largo de 2023. Más allá de los resultados dispares a nivel creativo (Fracaso de Flash y las apenas correctas ¡Shazam! La furia de los dioses y Blue Beetle), queda la sensación de que la conducción de DC Studios acompañó estos lanzamientos lo justo y necesario, como si sólo se trataran de compromisos pendientes de la anterior gestión.
Durante los últimos meses del año, Marvel Studios parece haber iniciado un retorno a la senda que lo había ubicado como líder en cuanto a producciones audiovisuales de superhéroes. Sin embargo, el período 2021-2023 será recordado como la edad oscura del estudio. Más allá de la irregularidad cosechada en materia artística, incluyendo algunos fracasos altamente resonantes, Disney fue el gran responsable de la saturación de contenidos post paralización de la industria por la pandemia de coronavirus. Este coctel no sólo provocó el tan mentado hartazgo de las audiencias ante las historias de superhéroes, sino que también generó el rechazo de parte del numeroso público cautivo que se había conquistado entre 2008-2019, extremadamente fiel y receptivo ante cualquier propuesta del estudio. Justamente, la mala praxis de ejecutivos, directores y autores confluyó en la primera gran crisis del Universo Cinematográfico Marvel, que está en vías de solucionarse a través de la premisa calidad sobre cantidad. Igualmente, recién en 2025 se evidenciará si existe alguna mejora en ese sentido.
Completamente honesto en cuanto a sus posibilidades y limitado en materia de logros creativos, Sony fue el único estudio que se ha interesado en cuidar sus producciones. Al igual que había ocurrido al inicio de la pandemia, los ejecutivos optaron por frenar y reprogramar estrenos ante la prolongación del paro de guionistas y actores. Incluso, desecharon a El Muerto, un proyecto conflictivo e innecesario, sólo promovido para explotar la figura de su protagonista (Bad Bunny). En busca de ganar mayor profundidad narrativa y atractivo para las audiencias, Sony ha dispuesto su cronograma de lanzamiento en función de las necesidades del Multiverso Marvel con el detalle para nada despreciable de que ostentan el control de Spider-Man, quien se ha convertido en la gallina de los huevos de oro para el subgénero post Avengers: Endgame. En tanto, las películas animadas del Hombre Araña configuran otro activo altamente rendidor para Sony.
En este contexto, la autocrítica de los estudios sobre la crisis de los superhéroes en cine y series es nula. En numerosas declaraciones, los ejecutivos apuntan sobre motivos artísticos para explicar la caída en las recaudaciones o la baja en la cantidad de visionados en streaming. Cuando hablan de saturación, mayormente lo hacen como un problema de planificación por parte de anteriores administraciones. Mientras tanto, sigue fallando en el control artístico sobre los productos, continúan subestimando al público al convertir historias en panfletos dedicados a bajar línea sobre inclusión o, incluso, desvalorizan y descartan sus activos con la imposición de estrategias de estrenos erróneas e insólitas determinadas (superposición de tanques, temporadas fragmentadas, lanzamientos diarios o por temporadas enteras) sólo en función de ciertas necesidades financieras. No sólo no hay producto que resista semejante desprecio, sino que también será cada vez más difícil fidelizar a un público objetivo con estos manejos cínicos e inescrupulosos.
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