No estás en la home
Funcinema

Aquaman y el Reino Perdido

Título original: Aquaman and The Lost Kingdom
Origen: EE.UU.
Dirección: James Wan
Guión: David Johnson
Intérpretes: Jason Momoa, Patrick Wilson, Amber Heard, Yahya Abdul-Mateen II, Nicole Kidman, Temuera Morrison, Randall Park, Pilou Asbæk, Dolph Lundgren, Vincent Regan, Jani Zhao, Indya Moore, Martin Short
Fotografía: Don Burgess
Montaje: Kirk M. Morri
Música: Rupert Gregson-Williams
Duración: 124 minutos
Año: 2023


7 puntos


EL ÚLTIMO GRAN HÉROE DEL MEDIO AMBIENTE

Por Patricio Beltrami

(@Pato_Beltrami)

Después de diez agitados años, Aquaman y el Reino Perdido clausura la narrativa del fallido Universo Extendido DC (DCEU). En la previa al lanzamiento, todo estaba dado para que el estudio cierre de su década cinematográfica con un nuevo fracaso, con el atenuante de haber cosechado un 2023 bastante pobre (el fracaso de Flash y las apenas correctas ¡Shazam! La furia de los dioses y Blue Beetle). Si a estos factores se sumaban los problemas de producción de la secuela de Aquaman, el escenario podría haber sido catastrófico. Sin embargo, James Wan demuestra una vez más sus virtudes como narrador, potenciadas en una historia divertida, dinámica, emotiva cuando debe serlo y nada pretenciosa, al punto de ignorar cualquier anhelo de trascendencia como culminación de todo un universo cinematográfico.

Aquaman y el Reino Perdido es una secuela directa de su antecesora. Años después de su asunción como Rey de Atlantis, Arthur Curry (Jason Momoa) pasa sus días entre las tediosas tareas de monarca, las proezas que supone el rol de protector de los mares y la vida familiar con la crianza de su pequeño hijo Junior. Luego de años de búsqueda, David Kane / Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) y Stephen Shin (Randall Park) encuentran un poderoso tridente que será clave para el villano pueda vengarse de Aquaman. Sin embargo, el arma contiene un poder ancestral que podría provocar la destrucción de Atlantis y del planeta. Ante este apocalíptico escenario, Aquaman debe recurrir a la ayuda de su hermano Orm (Patrick Wilson) para evitar que Black Manta acabe con toda la vida en la Tierra.

Como había ocurrido con Blue Beetle meses atrás, la libertad creativa otorgada a James Wan fue determinante para que pudiera confeccionar una historia autocontenida en la saga. De hecho, no existen referencias a las apariciones de Aquaman en La Liga de la Justicia o Flash. A partir de ello, el director y guionista continuó los arcos narrativos trazados en el film de 2018, dándole un profundidad mayor y lógica a los conflictos que ya habían enfrentado héroes y villanos. En este caso, la problemática medioambiental, que anteriormente había aparecido como crítica al pasar, toma un relieve decisivo para el relato. No sólo se carga contra la humanidad por la contaminación de los océanos (excusa para eliminar fuera de campo a Vulko, el personaje de Willem Dafoe), sino que este peligro se presenta como fundamental para los planes de los villanos: el deseo por dominar el planeta aunque sea tierra arrasada de toda forma de vida.

Aunque por momentos pueda parecer propaganda anticontaminación, esta temática está correctamente integrada al conflicto. Sí resulta extraña alguna resolución aplicando un Deus ex machina para que los propios personajes conozcan la naturaleza del peligro que están enfrentando. Más allá de ello, Aquaman y el Reino Perdido basa su desarrollo en las cuentas pendientes que habían quedado desde su predecesora. Por ese motivo, Black Manta se erige como el principal villano, aunque está tan cegado por la sed de venganza que carece de evolución durante toda la película y pierde atractivo ante la previsibilidad de sus actos. Ante ello, Wan acierta en focalizar la historia de reconstrucción familiar fundamentalmente en la maduración de Aquaman y la redención de Orm (si bien Momoa nuevamente cumple en el papel, Wilson es el alma de la historia). Justamente, ambos comparten el segundo arco de la historia y, a manera de buddy movie, enfrentan los peligros del océano a pura acción y comedia. Para disgusto de muchos puristas de la solemnidad y la seriedad impostada, hay mucho de la dinámica Thor-Loki en esta parte de la película e, incluso, esta versión de Aquaman por momentos se compone con notorias similitudes al vengador de Thor: Ragnarok.

Finalmente, el sello de James Wan queda plasmado en dos aspectos relevantes. Por un lado, la creación de lugares y habitantes, tan diversos como distintivos a partir de sus colores, caracterizaciones y comportamientos, alimenta el atractivo del viaje que emprenden Arthur y Orm. Si en el Reino Perdido hay reminiscencias a Mordor de El Señor de los Anillos, la ciudad pirata emula a los parajes fuera de la ley del universo Star Wars combinado con Piratas del Caribe. Además, Wan genera ambientes de manera lograda, oscilando entre la comedia física más absurda (cucarachas, pulpos e hipocampos), la calidez familiar y ciertos pasajes donde coquetea con el terror. Al igual que en Aquaman, las secuencias de acción resultan efectivas, correctamente coreografiadas, mientras que el exceso de CGI se tolera a partir del creativo diseño de producción que exalta los colores y las formas peculiares de los habitantes del océano. De manera digna y divertida, Aquaman y el Reino Perdido clausura la trayectoria del DCEU con una buena experiencia cinematográfica, encabezada por el último gran héroe del medioambiente y su díscolo, entrañable y redimido medio hermano.


Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:
Invitame un café en cafecito.app

Comentarios

comentarios

Comments are closed.