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Recapitulación de Ahsoka: Time to fly

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Un par de datos son los que se imponen en Time to fly, capítulo dirigido por Steph Green que es indudablemente de transición, ya que el resto es una especie de continuación de lo que venía viendo previamente o una insinuación de lo que se viene en el futuro de Ahsoka. Sin embargo, hay que reconocer que hay una cierta consciencia argumental de que lo que se cuenta es un puente para otros eventos más relevantes y por eso todo pasa rápido y fluido, incluso en los pasajes de quietud o debate. Eso puede verse en una de las primeras secuencias, donde Sabine comienza un entrenamiento para ser Jedi que se anticipa como arduo y desafiante. Es un momento que parece salido de Karate Kid, pero que es llevado con gracia en buena medida por el equilibrio entre la suficiencia de Ahsoka, la impaciencia de Sabine y las ácidas intervenciones de Huyang. Algo parecido se puede decir respecto a la conferencia que mantiene Hera con la Canciller y algunos miembros del Senado, donde debaten la posibilidad de que la Nueva República acompañe a Ahsoka con fuerzas propias. Esa reunión sale mal para Hera (y, por ende, para Ahsoka y Sabine), porque no hay convencimiento suficiente en el Senado de que el Almirante Thrawn esté vivo y haya chances de un resurgimiento del Imperio. Ese es el primer dato relevante del episodio. El segundo es el descubrimiento que hacen Ahsoka y Sabine de un anillo para realizar grandes viajes al hiperespacio, que vendrá también con una nueva batalla/persecución. Las protagonistas deberán huir primero de Shin Hati y luego de Morgan, en una secuencia un tanto estirada, pero aún así vigorosa, incluso a pesar de los múltiples diálogos que se dan en el medio de la acción. Ahsoka y Sabine consiguen salir ilesas (el pobre Huyang la liga un poco, pero se mantiene activo y ocurrente, como casi siempre), y, de paso, recuperan algo de esa química de los viejos tiempos, esos donde todo se expresaba desde la fisicidad. Ambas son, indudablemente, guerreras natas, y desde ahí es que construyen un vínculo conflictivo y afectivo a la vez, en uno de los componentes más interesantes e importantes que tiene el relato. No pasa mucho más en Time to fly, y por eso elige inteligentemente durar apenas algo más de media hora. Desde ahí, a pura economía de recursos, funciona adecuadamente, sin maravillar, pero cumpliendo sin problemas con su objetivo de volcar la información justa y necesaria en el medio de la aventura.


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