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The covenant

Título original: Ídem
Origen: EE.UU. 
Dirección: Guy Ritchie
Guión: Guy Ritchie, Ivan Atkinson, Marn Davies
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Dar Salim, Sean Sagar, Jason Wong, Rhys Yates, Christian Ocho Lavernia, Bobby Schofield, Emily Beecham, Jonny Lee Miller, Alexander Ludwig, Reza Diako, James Nelson-Joyce, Antony Starr
Fotografía: Ed Wild
Montaje: James Herbert
Música: Christopher Benstead
Duración: 123 minutos
Año: 2023


6 puntos


LOS GESTOS Y SUS REMARCACIONES

Por Rodrigo Seijas

(@rodma28)

Con Justicia implacable, Guy Ritchie había probado un saludable cambio de tono en su filmografía, con una película seca y directa en su violencia, que a su vez potenciaba las ambigüedades de sus protagonistas. Agente Fortune: el gran engaño, en cambio, fue una vuelta a sus tonalidades habituales, marcadas por un cancherismo un tanto excesivo, aunque esta vez sin tantos manierismos audiovisuales. The covenant, su más reciente película, es otro objeto raro en su filmografía, no solo por adentrarse en el género bélico (hasta ahora, ausente en el radar del cineasta), sino también por un posicionamiento intermedio entre los tonos de los dos films previos.

El relato, situado durante las etapas finales de la Guerra de Afganistán, está estructurado en tres partes bien diferenciadas, que hasta incluso podrían conformar tres películas en una. Lo raro, además, es que todo está en los trailers, por lo que acá no se revelarán spoilers. En el primer tramo, la unidad encabezada por el sargento John Kinley (Jake Gyllenhaal), pierde a su traductor afgano luego de una explosión y en su reemplazo arriba Ahmed (Dar Salim), cuyos comportamientos suelen ser un tanto conflictivos, en especial porque suele pasar por alto algunas órdenes. En la segunda parte, una misión sale mal y la unidad es prácticamente aniquilada, a tal punto que solo quedan vivos Kinley y Ahmed, aunque el primero con heridas graves que le impiden movilizarse.  Allí es donde Ahmed se erige como un héroe inesperado, transportando a Kinley durante unos 100 kilómetros por territorio hostil hasta llegar a una base segura. Esa hazaña lo convierte en una leyenda para su gente, pero también en un blanco móvil para los talibanes, que lo ven como un traidor a la causa y un baluarte del enemigo. Y esto nos lleva al tercer y último acto, donde Kinley, de vuelta y a salvo en su hogar, pero carcomido por la culpa, decide emprender una misión de rescate casi suicida, sin autorización oficial, para sacar a Ahmed y su familia, y llevarlos a Estados Unidos, con visas incluidas.

Si el primer tercio luce como un retrato bastante convencional de esa guerra inútil llevada a cabo en Afganistán, con los protagonistas cumpliendo misiones que no sirven para hacer la diferencia, el segundo tramo es un desvío relevante en casi todos los sentidos. No solo poque en la huida de Kinley y Ahmed se impone el suspenso y la tensión constantes, sino también por cómo Ritchie utiliza sus chiches visuales, pero esta vez positivamente, para crear atmósferas entre alucinantes y agobiantes. Lo paranoico, desde la perspectiva de un Kinley herido, entra en juego, pero confluyendo con las acciones entre tercas y esforzadas de Ahmed, que por momentos rozan lo épico. Esos pasajes son sin duda lo mejor de la película, a partir de cómo concentra la narración en la fisicidad y lo sensitivo, construyendo un héroe impensado y sin necesidad de forzar lecturas políticas. The covenant podría terminar ahí y no extenderse más, y no estaría nada mal.

Pero claro, Ritchie sí tiene necesidad de dejar asentado su posicionamiento ideológico, que podríamos denominar como una especie de “militarismo culposo”. Por eso el último tercio, que vuelve a poner el foco en la heroicidad militar estadounidense, aunque sin dejar de hacer hincapié en las miserias del intervencionismo norteamericano, que no logró acabar con los talibanes y encima nunca protegió como correspondía a los afganos que los ayudaron durante el conflicto. Lo cierto es que Ritchie podrá estar acertado en lo que señala, pero no consigue evitar las declamaciones y los subrayados altisonantes. De ahí que toda esta última parte, por más que quiera reforzar la épica y el dramatismo, carece de suspenso y hasta luce apresurada y facilista en sus resoluciones.

Que The covenant haya sido un fracaso en la taquilla es también un indicador de que el género bélico estadounidense vuelve a encontrarse en una encrucijada temática y formal. Tras los éxitos de films como El sobreviviente y Francotirador -que buscaban equilibrar el trauma de la experiencia bélica con la reivindicación del profesionalismo y el compañerismo desde relatos basados en hechos reales-, otra vez parece poco para contar. Y la ambivalencia discursiva de The covenant, aún con sus rasgos interesantes, no llega a mostrar un camino lo suficientemente potente por el cual adentrarse.


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