No estás en la home
Funcinema

La sirenita (1989)



RENACER DESDE LA MIRADA AL OTRO

Por Rodrigo Seijas

(@funcinemamdq)

Entre los setenta y ochenta, posteriormente a la muerte de Walt, su fundador, Disney comenzó a atravesar una época de crisis, con varios fracasos de público y crítica, que lo puso contra las cuerdas. El deterioro era tal, que habían surgido rumores de que la compañía podría cerrar su división animada si su próximo film no cumplía con las expectativas comerciales. Pero, tal como lo hizo durante buena parte de su historia, el estudio encontró la mejor respuesta a esta situación en el acto de redoblar la apuesta, de tomar más riesgos que nunca, volcando dinero y recursos como no lo había hecho en décadas.

De esa vocación por el riesgo, de ir contra la corriente cuando el acto reflejo indicaría ser conservador, es que nació La sirenita. Con su exitoso lanzamiento en 1989, Disney comenzó la ahora llamada era del Renacimiento, que incluiría gigantescos éxitos como La bella y la bestia (1991), Aladdín (1992) y El rey león (1994). Pero ese renacimiento se consiguió con un esfuerzo inaudito: no solo se destinó el edificio principal de animación en Glendale, California, sino que también se abrió uno nuevo, en las afueras de Orlando, Florida. Además, se implementaron la mayor cantidad de efectos especiales desde Fantasía (1940), con diez animadores solo destinados a ese fin específico. La ambición en el nivel de producción iba justamente de la mano de lo que se pretendía desde lo narrativo y estético.

Lo cierto es que el cuento que servía de base, escrito por Hans Christian Andersen, tenía un considerable componente de oscuridad y tristeza, aunque el film de Ron Clements y John Musker se tomaba muchas libertades. Desde ahí, construía una primera mitad que era pura comedia y aventura, con lo corporal y la música logrando combinaciones perfectas a partir de un montaje frenético, pero al mismo tiempo perfectamente fluido. La sirenita presentaba a sus personajes -tanto los principales como los de reparto- a toda velocidad, definiéndolos a partir de un puñado de frases, versos o gestos, con una economía de recursos realmente destacable y que le permitía potenciar aún más su impacto audiovisual. Y, al mismo tiempo, delineaba el conflicto central a partir de la irrupción de esa villana perfecta que era Úrsula -basada en la artista drag Divine, habitual colaboradora de John Waters-, que era temible sin dejar de emanar una llamativa sexualidad.

Era en su segunda mitad donde La sirenita terminaba de ir a fondo con un planteo que luego marcaría a fuego su filmografía durante los años noventa, que es el cruce entre distintos y las distintas miradas sobre la otredad. Si había algo que unía a la protagonista, Ariel, con Eric, el humano del que se enamoraba, era la consciencia de ser diferentes, de ser extraños hasta para los propios, de ansiar el contacto con mundos cuyas primeras reacciones eran de rechazo. Pero ese mismo factor de unión era utilizado por la antagonista que era Úrsula para sacudir el escenario y que el choque moral entre Ariel y su padre, Tritón, jugara a su favor. En verdad, no había dos bandos en la película, sino varios, con la ambigüedad como factor dominante, lo cual era alimentado por la conjunción de tonalidades que proponía la película.

Los minutos finales de La sirenita conseguían resolver el encuentro entre mundos antagónicos con un cierre ciertamente feliz, donde el amor triunfaba, aunque exponiendo costos a pagar por Ariel y los suyos. En ese marco de decisiones, reforzaba su complejidad y ambigüedad, a pesar de algunas resoluciones apresuradas, especialmente con Úrsula, que tenía una derrota que no estaba a la altura de su maldad. La clave pasaba no solo por cómo Clements y Musker fusionaban el drama con la comedia, sino por el aporte de Alan Menken en la banda sonora, con algunas canciones (como Under the sea, Part of your world y Kiss the girl) magníficas, puras explosiones de sentido. Es que, al fin y al cabo, La sirenita era un film con múltiples capas sonoras, visuales y temáticas, que abría el camino, con su éxito, a una etapa donde Disney demostraría que la exploración de la otredad podía ser el camino perfecto para la masividad.


Si disfrutás los contenidos de Funcinema, nos gustaría tu colaboración con un Cafecito para sostener este espacio de periodismo independiente:
Invitame un café en cafecito.app

Comentarios

comentarios

Comments are closed.