Por Rodrigo Seijas
(@rodma28)
Arrancó la tercera temporada de The Mandalorian, pero lo que vimos por ahora es más introducción/presentación que una real zambullida en los conflictos. Y en un punto eso es lógico, porque después de lo que fueron las dos primeras temporadas y ese puente narrativo que terminó siendo El libro de Boba Fett, la serie se ve obligada a acomodar algunas piezas antes de meterse de lleno en una nueva aventura para Mando/Din Djarin (Pedro Pascal) y su fiel compañero Grogu (o, para los amigos, Bebé Yoda). Por eso The Apostate (dirigido por Rick Famuyiva) es un episodio marcado por la expectativa, por insinuaciones sobre lo que viene, y bastante corto en comparación con otros capítulos (apenas 35 minutos). Eso no quita que esté lleno de los elementos que ya hacen reconocible a la creación de Jon Favreau: momentos puntuales de acción bastante potentes –en particular la primera secuencia, con un monstruo gigantesco casi invisible-; las atmósferas e iconografías vinculadas al western; un humor infantil y juguetón, pero ciertamente efectivo; una galería de personajes entre duros y extravagantes; y una estructura narrativa cada vez más ligada a las road-movies. Todo en verdad gira alrededor de una nueva misión que se plantea Mando, que esta vez tiene un fuerte componente personal: recuperar, tras la transgresión que le costó su expulsión (quitarse el casco) su condición de mandaloriano, algo que solo puede hacerse si consigue ir a las minas de Mandalore, que supuestamente han sido destruidas. Pero Din Djarin está bastante convencido de que no es así, aunque ya desde el vamos el viaje hacia ese lugar pinta complicado, y no solo porque ya hay una banda de piratas que se la tienen jurada, luego de defender a Greef Karga (Carl Weathers), que ahora es Magistrado. También porque las líderes de su pueblo no albergan muchas esperanzas de que pueda lograr su cometido: la Armera (Emily Swallow) le da vía libre –otra vez el ya clásico “This is the way”-, aunque con una carga de escepticismo importante; mientras que Bo-Katan (Katee Sackhoff) le revela que, luego de perder el sable oscuro, ya no piensa en recuperar Mandalore y le sugiere que mejor viaje solo. Lo cierto es que una de las características principales de Mando siempre ha sido su soledad, que va a la par de su inclinación casi constante a ir contra la corriente, casi arrastrado por un destino que se emparda, de forma paradójica, con sus elecciones. En eso, este primer episodio deja abierta la chance de una vuelta a las fuentes, luego de que, a lo largo de dos temporadas y un spinoff, fue configurando un mundo cada vez más amplio, donde a veces el pistolero queda un poco perdido. O quizás The Apostate sea la punta de lanza para otra aventura donde se irán sumando cada vez más personajes, mientras se intenta mantener el foco en el conflicto personal de Din Djarin. Todavía es muy temprano para sacar conclusiones.
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