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Matilda, de Roald Dahl: El musical

Título original: Roald Dahl’s Matilda the Musical
Origen: Inglaterra / EE.UU.
Dirección: Matthew Warchus
Guión: Dennis Kelly, basado en el musical de Tim Minchin y en el libro de Roald Dahl
Intérpretes: Alisha Weir, Emma Thompson, Lashana Lynch, Stephen Graham, Andrea Riseborough, Sindhu Vee, Carl Spencer, Lauren Alexandra, Winter Jarrett-Glasspool, Andrei Shen, Ashton Robertson, Meesha Garbett
Fotografía: Tat Radcliffe
Montaje: Melanie Oliver
Música: Tim Minchin, Christopher Nightingale
Duración: 117 minutos
Año: 2022
Plataforma: Netflix


5 puntos


ADAPTANDO SIN MALICIA

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

En los 90’s, Danny DeVito era todavía una celebridad en Hollywood, un actor que aprovechaba su figura grotesca para construir personajes ambiguos, dueños de una maldad complejizada por una superficie que no dejaba de expresar cierta amabilidad. Malicia sería el término adecuado. En verdad, el actor representaba una tradición de intérpretes que tenían la nobleza de hacerse cargo de personajes ladinos, contrapunto del héroe tradicional y unidimensional, y que -lo desconocíamos entonces- comenzaban a extinguirse. Por suerte, DeVito aprovechó lo suficiente como para extender su mirada también en la dirección y allá por 1996 estrenó la que sería su película más recordada como realizador, su adaptación de Matilda, el libro de Roald Dahl. Aquella película infantil, era en verdad una comedia negra con una mirada ácida sobre la familia y un juicio sobre ciertos rasgos de la cultura popular que hoy, donde todo tiene que ser aceptado por miedo a que alguien se ofenda, podría ser señalada como reaccionaria. El valor de aquella película, y de la visión de un artista como DeVito, toma nuevo impulso a la luz de, casualmente, una nueva adaptación del texto de Dahl.

La nueva Matilda estrenada por Netflix es en verdad la adaptación de un muy exitoso musical que se presenta en la escena británica desde hace poco más de una década. Dirigido por Matthew Warchus es, como muchos musicales contemporáneos que emulan el estilo Broadway y que buscan -desde luego- retener al espectador que ya vio la obra en el teatro, una puesta en escena con ánimo teatral, sin demasiada inventiva ni capacidad para tomar las posibilidades que brinda el cine. En lo concreto la historia es la misma, la niña autodidacta que vive con una familia entre arribista y bruta, que logra finalmente ser enviada a la escuela, para encontrarse en ese espacio con un autoridad que representa lo peor del sistema educativo. Es, como Pinocho, un cuento sobre el valor de la ilustración (algo que en el cualquierismo del presente también estaría en crisis). Claro está, el material de Dahl transita por una cornisa que puede llevar cualquier adaptación al terreno del didactismo más ramplón. DeVito, por ejemplo, como buen satirista que es, entendía el juego y retorcía por la vía del grotesco todo lo horroroso que existía en el relato de base. Warchus, por el contrario, no parece ir más allá de lo que el musical propone, aunque no es el único, o al menos el principal, de sus problemas.

Lo más notorio en esta adaptación de Matilda es el peso del aire de época, algo que podemos observar también en muchas películas de Disney y que se hace evidente en la representación del mal. Antes que nada, Netflix no podría aceptar una película que hable pestes de la televisión como aquella de DeVito, puestos que Netflix, por más aire que se quiera dar, no deja de ser televisión, como cualquier otra plataforma streaming. Pero más y peor, la representación que se hace aquí de la familia (los padres son Stephen Graham y Andrea Riseborough) queda atomizada a un par de secuencias que funcionan como disparador, pero que nunca son el centro del relato. El hogar pierde la fuerza que tenía en la adaptación anterior y por lo tanto pierde sentido el origen de la motivación de la protagonista, que era irse de una casa horrible (es que hay ciertas representaciones que ya no se pueden hacer en ciertos esquemas de producción). Aquí el mal absoluto queda relegado, entonces, a Tronchatoro, la ex atleta olímpica y directora de escuela, aquí interpretada por una Emma Thompson cargada de prótesis, que si bien hace un esfuerzo notorio, no llega a la potencia de aquella Tronchatoro  de Pam Ferris, un personaje que mezclaba perfectamente lo temerario con lo patético. Thompson queda presa de una actuación para hacerse notar, una de esas caricaturas que a veces son distinguidas con algún premio. Limitado el poder cáustico de la historia, nos queda apenas una mirada liviana y superficial, y también una serie de canciones y números musicales carentes de todo encanto. Bueno, salvo el número final, que habla de cierta revolución juvenil, pero por el que hay que esperar demasiados minutos.


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