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MAR DEL PLATA 2022: Competencia Internacional – Día 5

Sigue la disputa por el Astor de Oro con las proyecciones de la argentino-uruguaya La uruguaya de Ana García Blaya y la brasileña Saudade fez morada aqui dentro de Haroldo Borges.


La uruguaya de Ana García Blaya / 6 puntos


Basada en la novela homónima de Pedro Mairal, la película de García Blaya está planteada como una comedia amable y bien narrada sobre un escritor de cuarenta años, en crisis con su edad y con su cuerpo, entre otras cosas. El tipo está en pareja, pero tiene una coartada para encontrarse en Montevideo con una chica más joven. Cruza el charco con la excusa del mercado cambiario y en esas idas y venidas mantiene una relación cuyo signo más importante es que se dilata la posibilidad del sexo. Hay cierta frescura en el modo en que se desarrolla la trama y las actuaciones fluyen con naturalidad a través de diálogos amenos y situaciones donde prima el humor. La primera observación atañe a la política de adaptación cinematográfica. Lejos de ofrecer una fidelidad al texto literario, la película da cuenta de un cambio de perspectiva importante: son las mujeres las que llevan los hilos del relato amén de que sea un hombre el protagonista. En este sentido, se desnuda progresivamente (aunque de modo un tanto subrayado) un comportamiento machista que linda con lo patético y que, como era de esperar, tendrá su castigo. Allí reside uno de los problemas: todo aquello que brilla desde el punto de vista musical y visual se resiente con la imperiosa necesidad de bajar línea, incluso con maneras de hablar que ya son parte de estereotipos dada su recurrencia. Otro cantar es la manera de recorrer Montevideo. Allí se encuentran los mejores momentos porque parecen más hijos de la libertad y de la espontaneidad que del imperativo discursivo. Guillermo Colantonio


Saudade fez morada aqui dentro de Haroldo Borges / 7 puntos


La primera y la última secuencia de esta película es la misma. Ambas están teñidas por el juego y la alegría de dos hermanos, sin embargo, el arco que va de una a otra es determinante. Bruno tiene quince años y varios sueños por cumplir, pero recibe un diagnóstico tremendo: se va a quedar ciego. Semejante noticia lógicamente impacta y desarma su idea de vida. El principal acierto del director es desactivar la bomba de una usual tentación, caer en los lugares sórdidos y profundos del malestar contemporáneo, y despertar en todo caso una fuerza comunitaria sin manual de autoayuda. En efecto, una vez que pasan los primeros embates de la tormenta, familia, amigas, docentes, serán los satélites para que Bruno se adecue a una nueva experiencia. Plantear esta cuestión de la ceguera en un país como Brasil podría dar lugar las interpretaciones excesivas, sin embargo, el clima de la película se refugia más en la calidez de sus habitantes y en la postulación de una utopía donde la fraternidad esté por encima de todo. Posiblemente, este sea su gesto político y rupturista entre tanta calamidad, la invitación a confiar y a creer nuevamente en la humanidad mientras tantos la llevan al plano de lo bestial. Cámara en mano, luz natural y un registro que por momentos observa desde una impronta documental son algunos de los procedimientos que acompañan un desarrollo fluido y un ritmo sostenido sin crispaciones innecesarias. Y aquí viene el segundo acierto: se respira algo genuino. La vida de parte del noreste de Brasil, más allá de una trama pautada, asoma con naturalidad y libertad en pantalla. Por una vez, las costuras no se advierten, y una historia, a pesar del drama, discurre como una canción. Guillermo Colantonio


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