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Funny bones (1995)



HACER PIRUETAS

Por Mex Faliero

(@mexfaliero)

Entre las diversas posibilidades que brinda esta sección de Funcinema, la de encontrarnos con películas pequeñas que dejamos pasar en su momento es una de las que más disfruto. Porque sí, porque podemos escribir sobre El ciudadano, Casablanca o el clásico canónico que quieran, pero recuperar algún film menor para descubrir cómo el paso del tiempo lo agigantó, es algo estimulante. Ese es el caso de Funny bones, una comedia británica de 1995 dirigida por Peter Chelsom que sinceramente desconocíamos, pero que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata nos entregó recientemente dentro de su sección de comedias británicas inoxidables. Una película que no solo cuenta con múltiples herramientas cinematográficas, sino que además integra el universo del cine en sus temas a través de un comediante que, ante el fracaso y la comparación eterna con su padre, decide volver a los orígenes para descubrir el germen del chiste y, en el camino y sin esperarlo, auto-descubrirse.

Funny bones es una comedia sobre el mundo del espectáculo, pero fundamentalmente sobre el detrás de escena de la comedia, de ese universo de gente con la capacidad para hacer reír o no, y de ahí el dilema existencial. Lo que hace Tommy Fawkes (el personaje interpretado por Oliver Platt) luego del fracaso es reflexionar, claro, sobre cómo se trabaja un chiste y qué es la originalidad en un mundo donde parece estar todo inventado. El título original hace mención precisamente a eso, a ese fuego sagrado, a esa madera de comediante que puede ser algo biológico pero que, claro, tal vez se pueda construir. Con una cruza de humor físico y humor verbal, bordeando el humor negro (también integra el policial en una subtrama que se arma en paralelo), Funny bones demuestra además ser una película muy ambiciosa, que integra en su elenco a glorias como Oliver Reed, George Carl, Freddie Davies, Leslie Caron y Jerry Lewis. Lo de Lewis, que a esa altura ya era una surte de leyenda de la comedia que se encontraba un poco dejada de lado por la industria, es todo un gesto de la película: el comediante interpreta nada más y nada menos que al padre del protagonista, personaje que genera un obvio magnetismo para el pobre Tommy y para la película en sí misma. Cada vez que aparece Lewis (y no se trata de un simple cameo) hay algo que parece estar a punto de quebrarse en el buen sentido, en el sentido que habilita la comedia.

Precisamente ese carácter disruptivo para el género, eso que simbolizó en su momento el propio Lewis integrando nociones más propias del dibujo animado, lo representa aquí el impar Lee Evans. Comediante con una carrera cada vez menos frecuente (sus dos participaciones más recordadas son las de Un ratoncito duro de cazar y Loco por Mary), Evans viene a representar esa apuesta por el humor físico exacerbado, que en el fondo no está hablando de otra cosa que no sea de un malestar. Su Jack Parker es una criatura un poco border, que arranca el relato metida en una trama de crimen internacional en altamar y que termina siendo clave en los giros de la historia. Pero mucho más clave es su apuesta física que alcanza la cima en el propio clímax del relato, una secuencia circense y vertiginosa jugada en las alturas. Funny bones expone con una verdad rotundamente física, que el secreto de la comedia es ir al límite y que en esos extremos, hay una suerte de espíritu de supervivencia que nos revela el absurdo del mundo: “Haré piruetas” dirá Tommy en un comienzo. Ese verosímil, que se construye entre lo real y lo falso, es un hilo muy delgado donde la risa surge inevitablemente porque no hay códigos que nos condicionen. Chelsom lo entendió perfectamente… y luego lo olvidó a juzgar por el recorrido posterior de su filmografía.


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